devueltadadovuelta

6 oct 2012


LOS PERDEDORES TENEMOS METAS


Entiendo la poesía, entiendo la rima, pero no entiendo más nada, porque escribir escuchando música siempre termina en pavadas, que de pronto se apilan, y como si fuera un rayo láser, sale disparado algo que llega hasta tu casa;
y no pido permiso, porque no veo la puerta, ya ves, te debo las heridas, paso enceguecido y me da vergüenza: yo no sabía que había una fiesta,
las excusas conforman mi realidad, siempre tejida en promesas, y por cada fracaso, una inmensidad, los perdedores tenemos metas:
digo muy convencido para el fiel espectador, que escapaba de un asesino,
aunque noto con bastante rapidez, que el cuento no tiene ritmo,
me obligo a dar una vuelta de tuerca
y de vuelta
estoy dado vuelta,
entiendo la poesía,
entiendo la rima,
pero no entiendo tus recetas:
¿quién dijo que está bueno mezclar vinos
que siempre están de oferta?
y miran sus vasos, como paranoicos, y hasta me siento culpable, hasta que entiendo sin novedad, que conmigo nunca fui amable:
cuántas bromas pesadas me hice, para descarrilar un rato, y nunca faltó un boludo que me echara culpa por su falta de olfato,
así que quizás la venganza es ahora
y me tomó por sorpresa,
¿basta solamente con pensar en un veneno,
para envenenar a toda una mesa?
divago anexando un final
pero me sigue tentando la posibilidad,
entiendo la poesía, entiendo la rima, 
pero no entiendo tu seguridad,
así que juego el chiste gastado de ser un espejo, 
y te empezás a fastidiar,
razón suficiente para darme el coraje, y avanzar duro con mis planes, levanto la copa, muy convencido y me acuerdo de tantas tardes:
había una plaza
había una cama
y podría haber estado todo junto,
muchos libros siempre alrededor
y el eco de algún difunto,
una ausencia definitiva 
un nombre
un corazón
un punto,
y punto para mi que me estoy animando, 
hasta podría ser el anfitrión: 
“le dedico este brindis tan pelotudo, 
a mi mejor y eterno lector”,
y qué chiste venir a enterarme, 
mientras vibra el cristal,
que nunca nadie leyó nunca nada,
que nadie nunca lee en soledad,
que siempre estás escribiendo
lo que te gustaría encontrar:
“a mi autora favorita,
por tanta tempestad”
entonces caen las primeras gotas, como si el techo fuera una ilusión, todas las cabezas se inclinan y pierdo la noción:
amor
terror 
da lo mismo
no es buena revelación:
se inunda otra noche y me miras enojada, con algo de perversión,
tu risa contenida es mi taquicardia
y me siento mucho mejor:
entiendo la poesía, entiendo la rima,
no entiendo por qué siento 
tanto dolor.

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