¿quién habitaba?

20 ene 2012


Si estás entre nosotros golpeá la mesa... tres veces.


Y mi cabeza es un cascarón resquebrajado, con otro posible ser destinado a nacer muerto, destinado a escurrirse entre los dedos de la realidad, que va a guiñar un ojo y va a sonreír, una vez más, feliz por el experimento, ese que degeneró a mis padres, hasta cegarlos y atrofiarlos, hasta convencerlos de que mi posibilidad podía significar algo. Como si ya no supiéramos que todo es funeral.
TODO
ES 
FUNERAL.
Y voy a ensuciar la alfombra y voy a ser una mancha con poca asimetría, ideal para que alguien saque una foto, para que alguien se gane un premio dibujándome, para que alguien escriba ese poema cursi de “todo lo que te hace feo te hace lindo”.
Bueno, no. No soy lindo.
Y todo lo que contamino me contamina... Y presiento la lástima, el dolor, la angustia, la satisfacción… Porque si estoy arruinando la escena significa que vale la pena tener mucamas que cumplan las órdenes y corran detrás del último vómito. La pulcritud es el vicio del amo, que siempre lo hace por vos. Por mi. Por el bien de todos.
-¿A quién le gusta oler a vómito?
-Pero no soy un vómito, soy un muerto. 
Y se llevan a mi yo abortado, mientras me observo, vacío y roto. Con la luz que sale.
Con la oscuridad que entra.
¿Quién va a crecer en mí, ahora?
¿Quién va a enamorarse de mis memorias?
¿Quién va a ocupar el feto de lo que seré/soy/fui? 
Y, mientras tanto, el resto de los empleados, cuando no trabajan, cuentan la historia de un fantasma. 
Porque toda casa tiene uno.
Porque todos tenemos uno.
Porque no existen.
Pero sí.
Y mi cabeza, muy de a poco, se volverá a resquebrajar. 
Y va a escaparse otro.
Uno
Más.

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