conspirador

27 ene 2012


Y AL FINAL QUEDÓ UN AGUJERO
y del agujero asomaron orejas


En un tiempo yo no sabía nada de lo que se contaba de los conejos, hasta que un día, demasiado triste y borracho, mirando por lo que fue la ventana de mi primer habitación, me di cuenta de que lo sabía todo. 
Extrañaba a mis amigos, no pueden culparme.
Y supe tanto que me sorprendió que hubiera tanto que saber. Como si siempre hubiera estado ahí.
Pero siempre supe que no.
No. 
Lo único que siempre estuvo ahí fue esa tarde en Parque Rivadavia. El resto es cuento.
Y de pronto, hoy, nadie cree que yo no hubiera sabido nada y ponen mi cara en el portal de CONSPIRADORES, siendo que yo soñaba con descubrir misterios, y extraterrestres, y monstruos, y brujas… Pero claro: CONSPIRADOR.
Y la broma es de mal gusto, de ese mal gusto que sabe bien, porque es como un domingo en el que te acordás de las vacaciones en las que prematuramente descubriste que ya no tomarías vacaciones con mamá y papá. 
Qué cosa rara esto de los conejos, ¿no?
Y si para mi es nuevo, pero técnicamente no lo es, ¿qué? ¿Eso le quita novedad?
¿Cuántas novedades hay en una vida?
En un tiempo yo no sabía nada de lo que se contaba de los conejos… y ante la luz de la novedad, el pasado se hace mito.
Empezó. 
Un día lo supe.
Todo, 
finalmente,
Empezó.

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