el fuego

23 ene 2012


VULCANO RULES


Es el torbellino de la fiebre, cuando mirás tus obras, con orgullo; con el poder latiendo en tus pupilas, en el éxtasis.
Después sólo queda bajar.
Entonces, antes de morirte, antes de dejarlo, antes de abandonarte a sentirte compasivo, antes de palmearte la espalda y tratarte como un profesional, antes de jugar a la ficción del autor (con el protagónico bien merecido), antes de decir lo que hacés frente a un jurado con no juzga pero culpa… entonces, antes de brindarte paz, podés convertir el temporal en una tormenta de verdad.
El paisaje, destruido y solitario, es hermoso… Pero no deja de ser el paisaje que fue. La belleza de la destrucción reside en percibir el estado “no-destruido” en cuestión.
¿Pero si no quedaran huellas? ¿Si no hubiera nada que rastrear y, de pronto, el paisaje fuera nuevo de verdad?
¿Y si sólo lo supieras vos?
¿Y si sólo vos conservaras la memoria de lo que fue?
¿Y si pudieras desprenderte de la necesidad de mostrar todo lo que cambias para sólo cambiar?
Y el paisaje sería hermoso… Y en tus ojos sería más. 
Un secreto que no vale la pena compartir.
¿Qué cara pondrías si te dijera que todo era diferente hasta que yo lo modifiqué?
Es el torbellino de la fiebre, cuando mirás tus obras, con el poder latiendo (aún) en tus pupilas.
El viento destroza, el agua ahoga, la tierra se rompe.
El fuego olvida.
Y de tu historia queda el “HABIA UNA VEZ”, que perdura unos cuantos segundos, mientras el beso ardiente avanza, mientras las cenizas son la nueva nieve, mientras quedamos en blanco y conscientes.
Un tipo que escribe…
…Con un encendedor.

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