SI TE DICEN DONDE ENCONTRARME TE ESTÁN CAGANDO GUITA
Se llenan mis uñas de tierra,
de mugre, de ya no poder hacer otra cosa, más que cavar, y las ruinas me
observan, suplicando, con la insistencia de todas las teorías que alguna vez
intentaron describirme, describirte, describirnos; teorías que ni quiera formaron
parte del show, cartas que la hoguera no alcanzó, solitarias, durmiendo en
libros olvidados, dentro de bibliotecas que sólo pueden soñarse, que se
construyeron en laberintos de vacío ritual, con pisadas delicadas, tímidas,
como la primer línea que alguna vez te enamoró, te quebró, te robó, como el
asesinato perpetuado, lapicera en mano, perdido, lejano, cuando valía la pena
hacerlo, cuando ser un criminal era mucho más importante que ser un
descubridor, un profeta con amnesia y borracho, que confunde pupilas con
estrellas, tumbas con portales, cementerios con plazas, música con bestias
ancestrales,
¿a qué me estoy enfrentando?, podría preguntar,
aunque prefiero preguntártelo,
porque es parte del guión transferirme entre signos de pregunta, para que intuyas una adivinanza y no presientas mis ganas de llorar, mis puños apretados, mi callejón: quizás nunca encontré la salida, o compré el mapa más ridículo, la trampa eficaz para cualquier espíritu soñador: una hoja en blanco para que la línea la trazara yo, sin esquivar paredes, sin deber una explicación,
¿cómo no comprar?
¿cómo no apostar un corazón?
Pero ya no quiero alcanzarme, ni tentarme con seguir los hilos que yo mismo destejí en alguna otra ficción
(¿la escribís vos?),
me arrodillo y me encuentro superpuesto,
una
mil veces
en las ruinas de las ruinas,
bajar
bajar
bajar
a salvo de los tentáculos de la cordura-locura que siempre exige un poco más.
Y otro poco
para llevar.
aunque prefiero preguntártelo,
porque es parte del guión transferirme entre signos de pregunta, para que intuyas una adivinanza y no presientas mis ganas de llorar, mis puños apretados, mi callejón: quizás nunca encontré la salida, o compré el mapa más ridículo, la trampa eficaz para cualquier espíritu soñador: una hoja en blanco para que la línea la trazara yo, sin esquivar paredes, sin deber una explicación,
¿cómo no comprar?
¿cómo no apostar un corazón?
Pero ya no quiero alcanzarme, ni tentarme con seguir los hilos que yo mismo destejí en alguna otra ficción
(¿la escribís vos?),
me arrodillo y me encuentro superpuesto,
una
mil veces
en las ruinas de las ruinas,
bajar
bajar
bajar
a salvo de los tentáculos de la cordura-locura que siempre exige un poco más.
Y otro poco
para llevar.
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