auto-cinema

13 abr 2012


TEORÍA NÚMERO 235:
LA EXTINCIÓN


Una nube dibuja la sombra de un conejo gigante, en medio de la avenida. Corro para pisarla, para llegar antes que el bondi que no se percata de los detalles que brillan en cada mañana, en cada esquina, en cada instante de reflección
(reflexión).
Corro pensando que cruzar en rojo está mal, que alguien va a enojarse, que nadie va a aplaudir la anécdota, consciente de las miradas que se acumulan, mientras reparto empujones, sabiendo que cada segundo me obliga a ser más certero
imposible fallar
imposible fallarte
imposible no reírme
imposible
¿en qué anécdota me estoy convirtiendo?
¿quién voy a ser cuando se entretengan conmigo en el descanso del laburo, en el recreo del colegio, en la cena romántica, cuando ya no haya nada divertido que contar?
¿quién me va a soñar con un mejor final?
Corro, asumiendo que tenías razón, en todos tus errores, en todas las cosas que no te creo, en todas esas madrugadas de mirarme duro, conmigo desparramado por todos lados, llovido,
un charco en la cocina
con la forma de un conejo.
“Volvé a la botella, al envase, al vaso… Volvé de donde hayas salido”
“…”
“…”
“No puedo”.
Corro, con los auriculares asustados, gritando, diciendo que no hay vuelta atrás, y una porción de lo que podría haber sido pone cara de resignación, se suelta el pelo, se saca los lentes, se abre el escote y pide a gritos que la violen,
no está bien morir esperando,
ni triste,
ni feliz,
lúcido
y enamorado.
Corro en el pantano de las moralejas que no van a dar el brazo a torcer ni por joda, que no van a mitificarme, que no van a permitir que se escriba una página más en el libro de la excepción, 
EXCEPTO…
excepto que firme como anónimo, porque el nombre es más importante de lo que será, y nos ponemos a tranzar, negociando mis vacaciones, sin un peso de más, cambiando figuritas de terror:
yo en el patio de un colegio, levantando a alguien del cuello
(nunca fui tan fuerte)
yo en un ascensor, prendiendo una vela, para invocarte frente al espejo
(nunca fui tan valiente)
yo en el baño de un bar, prometiendo no volver a tomar
(nunca fui tan cobarde)
yo escribiendo la pared de una iglesia, un chiste malo y eficaz
(nunca supe si fue de verdad)
Corro como un DeLorean,
como si montara en Falcor,
como si tuviera algún súper-poder,
como si Natasha Nice me estuviera invitando a garchar,
para terminar fumando solo, tirarte el humo en la cara, cerrar los ojos doloridos y abrirlos en Marte.
Corro
e imagino la película proyectada en un auto-cinema del pasado,
con cabezas apoyadas en hombros,
con manos pasando por debajo de la remera, 
con pijas al palo,
con corazones fuertes,
con los latidos dándome el ritmo,
como redoblantes, anunciando el esperado desenlace,
antes de los créditos.
PUM
PUM
PUM
Y salto. 
Y el bocinazo es como una marca de llegada
(como pasar la página y ver que sólo quedan 3 líneas)
Llego al conejo gigante. Pero no llego a pisarlo. 
Me hundo.
En caída,
infinita.
Imagino mi sombra, dibujada, agrandándose, en algún paisaje desconocido,
como una nube,
un sol
o un meteorito.
Me pregunto si alguien va a correr hacía mi,
o si seré yo el que se encuentre conmigo,
en un beso violento
y 
especial.

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