El insulto escondido

31 ago 2011

SoMoS




Somos frágiles y enormes, con una sonrisa que se libra, con una palabra de más; algún día llegamos tarde, y tu mamá se había preocupado, casi tanto como la mía, quizás empezamos a escribirnos juntos, en relación a las frases más usadas. Sea como sea: siempre me pareciste interesante, en la posibilidad de la estupidez rotunda, porque no somos nada, porque rebotamos contra la vidriera, porque ojalásupiera el nombre de tu mejor amigo, ojalá pudiera saber si tenés pesadillas.
Sos todo, pero nunca podrías sentir como yo; nunca sentiría como vos. Y tarde o temprano perdés, asumiendo que todo termina, que todo ya está, que todo ya fue, que es la ruina: nos estamos yendo, saludamos muy mal, tendríamos que habernos escuchado, gracias por todo lo que hiciste, gracias, en serio, de corazón.
O chupame un huevo.
Soy yo, bailando, una madrugada de más. Sos vos, bailando igual.
Tenemos ritmo y las herramientas necesarias para estallar… Ponete los lentes y salí al Sol. Capaz nos cruzamos.
Aunque no creo.
Llegamos tarde, con un mar de epifanías y sin poder unir los pensamientos. Eso, ahí, ahora. La pasamos bien.



***


La calle quedó en silencio y pudo escuchar al viento… Pudo oír el sonido de una ambulancia que venía de lejos, porque en otros barrios la gente también muere, porque estamos creando un cementerio gigante, el mejor, derecho al Guinness. Sólo que el Guinness también va a estar muerto.
La calle quedó en silencio y pudo escuchar a los pájaros, que de pronto tenían preguntas, que ya no eran un adorno decorativo… Pudo escuchar la preocupación en una melodía, el insulto escondido, la inteligencia tan perfecta.
La calle quedó en silencio y pudo escuchar cómo el semáforo cambiaba su luz, cómo la basura bailaba, cómo brotaba agua bajo sus pies, cómo respiraba una planta, cómo se garchaban las moscas, de modo frenético. Pudo escuchar cómo susurraban los árboles, cómo vibraban las rocas, cómo crujía cada una de las casas que conformaban el camino derecho a casa.
La calle quedó en silencio y pudo escuchar sus propios pasos.
Entonces descubrió, por vez primera, que caminaba.
Caminamos.
Se detuvo. Todo lo demás se detuvo con él.
Por dos segundos.
Y el silencio absoluto, el de verdad, se hizo ruido. Rotundo, feroz.
Hay un big-bang en cada esquina.

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