Ni Hablar del Vino

4 ago 2011

NUEVAS PALABRAS QUE YA EXISTIAN


Las nubes son iguales a las de ese día, cuando la ventana de mi habitación se cerró, de golpe. Grité, te llamé, dijiste que por tu casa había Sol, que por tu casa eran las tres de la mañana y querían dormir, que tu perro se ponía a ladrar cada vez que sonaba el teléfono.
-Es como si supiera que sos vos…
Y me di cuenta que tenía que cortar, para siempre, que el licor ya estaba vencido, que era hora de destapar alguna birra, a pesar de que las birras no me gustaban, porque eran amargas y mi paladar maricón no se las bancaba. Ni hablar del vino.
-Tengo el paragüas que me regalaste…
Pero lo dije para sumarle dramatismo a la escena, porque tu paragüas me lo olvidé en un bondi, un día que no sabía bien a dónde iba (pero iba convencido).
Es raro pensar que alguien tiene ese paragüas, que alguien lo usa, que alguien se enamoró llevando ese paragüas, y que esa historia ya no sea tuya ni mía. Las historias que no nos pertenecen nos hacen reales.
Sea como sea: las nubes son iguales a las de ese día y la puerta se cerró, de golpe.
Supongo que de a poco me alejo, porque cada vez estoy más cerca, porque ya no tengo un interlocutor directo, porque se acabó eso de estar en una plaza, contando una de terror, soñando con nada, que es mucho, que es todo.
Ahora estoy acá, medio abandonado, con ganas de echarle la culpa a alguien, hablando con fantasmas, cruzando los dedos, esperando que hables con fantasmas, convenciendo a las paredes de que me extrañas algunas madrugadas, porque mis cuentos eran interesantes, porque lo naif me hace especial, porque no estoy tan loco por romper las pelotas con los viajes en el tiempo, aunque sí, claro. OBVIO.
Pero tu perro ladra, porque sabe que soy yo, porque en tu casa no quieren nada de escándalos, porque ahora hablan de otras cosas, porque la programación cambió bocha de veces, porque cambiaste la cama de lugar y ahora podés ver los árboles cuando te acostás.
Yo no veo nada, porque ya lo ví, porque ahora me deslumbran los detalles, los pequeños gestos, las miradas que dejamos pasar. Me acuerdo de un auto blanco, de un chico que repetía la palabra: “Asesino”, de un tipo con un ojo de cada color, amenazándome; algunas melodías robadas de otros auriculares, un viaje dormido, una clase en la que la estufa hacía un ruido insoportable, un noticiero que hablaba de la muerte de un pibe de mi edad, que se llamaba como yo, de un disco que compré para escuchar 3 años después, de una corrida hasta la casa de mi mejor amigo, calculando las horas que restaban para que me fueran a buscar, un vidrio roto, mi mano ensangrentada, una biblioteca color sepia, una tristeza tan grande que era linda, un mal paso, el mejor, el que me dejó a tres minutos de distancia, incapaz de reconciliarme con el hotel que me había dado hospedaje hasta ese momento.
Vos saludando.
-Acompañame…
-No tendría sentido… la gracia está en saber que nunca vas a saber hasta qué punto fracasaste… O ganaste…
Reboto, porque a veces se me atrofian las concepciones básicas y un paso parece una eternidad…. Pero tarde o temprano encuentro el rincón y armo un palacio tras otro, creo mundos en las partículas de polvo para causarte una alergia cósmica el día que todo esto se caiga, cuando las paredes ya no soporten
El cielo ahora es un mito…
La próxima vez que llueva voy a estar en cada gota.
Un paso más, estoy construyendo un sótano. Estoy inventando una palabra que describa esta sensación.
Capaz que estamos mirando un espejo, un charco, una sombra. Capaz que el espejo, el charco, la sombra nos mira.
Quiero decirte que creo que nada tiene sentido, pero es mentira, porque entiendo el chiste, me río, lloro. Estoy asustado, nada mal. Quiero decirte que tu perro es un hijo de puta, así de una.
¿Qué tan chico va a hacerse este lugar la próxima vez que no salga el Sol?
¿Qué tan grande va a hacerse este lugar la próxima vez que las nubes sean iguales a las de ese día?
Vivimos 24 horas, el resto es relleno.

0 Diálogos: