No sé cómo explicarlo

24 oct 2011


Un cenicero repleto de cenizas


Es lo que te toca consumir, quieras o no.
Todos esos discos punks, de bandas punks que nunca se suicidaron, que hoy viven hablando de ayer, cuando ayer era una mierda, que amenazan con dejar este mundo, en un domingo más, como cualquier otro, porque las promesas de rajarse un tiro son adictivas y cuando te conquistan no hay vuelta atrás: vas a seguir para adelante, hasta encontrar la bala, sin forzarla. Es una historia de amor, después de todo. Y a veces es patética, por carencia de pasión.
Son esas paredes, mil veces escritas, siempre borradas una última vez, siempre inestables, fingiendo ser eternas; y ningún graffiti puede servir de referencia, porque donde alguien había dibujado un corazón hoy hay una publicidad, así que la piel muta, el monstruo crece, mientras el mercado domina el panorama, bostezando, aburrido, de vientre abultado, deforme… Incapaz de dar guerra, pero a sabiendas de que no tiene que preocuparse… Se volvió fácil ser rey y tirano, porque todos piensan en todos, porque ya es imposible soportarlo, porque temblamos. Porque estamos heridos de muerte, dos segundos después de entender que estamos vivos.
Las palabras que nadie va a inventar, para todas estas nuevas sensaciones, todo este melodrama de “no sé cómo explicarlo”, todo esto que también se termina, convirtiéndonos en museos, en un viaje para turistas, donde alguna esquina es importante, donde hay un bondi que jamás vas a poder sacarte de la cabeza, una plaza donde desataste la guerra de la independencia, una facu donde plantaste las primeras bombas, un techo nuevo (siempre) que te mira igual de intrigado, cuadernos repletos, que luego serán reliquias. Las botellas vacías, alineadas en vitrinas, unas cuantas fotos desenfocadas, música, libros y películas… Cómics. Y van a entenderte, van a estar ahí, cuando vos estés en otro lado.
Es lo que te toca consumir: consumirte.

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