[Final]

17 dic 2010

MEMORIA CAUSAL 
-El Huracán que mató a la Mariposa-



-El efecto es lo que produce la causa... -me dijo ella, un rato antes de desmayarse, orgullosa.
La recosté en el sillón y, a pesar de que el sueño me había hincado los dientes, abrí un cómic y me puse a leer, echándole miradas esporádicas. Tantas historias de rockeros que mueren atragantados con su propio vómito hacen que uno se ponga un poco paranoico.
Afuera seguían las explosiones, los gritos, los aullidos. Había tapado las ventanas, para evitar ese violeta enfermizo y permanente. Finalmente el Sol había estallado y no habíamos muerto. Qué tragedia.
Leí hasta que me dio sed. Fui hasta la heladera y destapé el último vino. Cuando me giré ella estaba parada en el umbral.
-¿Sabés por qué tengo un sueño tan profundo?
-Porque sos una borracha...
-No... Si tomo es porque mis sueños son horribles... Volviste a errar el punto...
Le di un trago a la botella, me recosté contra la pared y casi aplasto a una cucaracha con el hombro. Había cucarachas por todos lados... habían salido a la superficie, estaban histéricas, locas, fuera de si. Creo que estaban ofendidas… Siempre se dijo que iban a ser las sobrevivientes por excelencia… Y allí estábamos nosotros, una raza tan inútil, dándoles pelea. Dios no tiene palabra.
-A ver.... ¿Y por qué tenés el sueño tan profundo?
-Porque las pesadillas mantienen vivo al Mundo... Así que tengo que dormir, pero tengo que olvidarme lo que sueño, así que tengo que tomar… y cuando tomo sueño más que nunca, porque caigo redonda…
Esbozó una sonrisa enorme y me arrebató la botella.
-Hey, ya tomaste bastante…
-No… Nunca es bastante si tenés que lidiar con el Autor…
-¿El Autor?
-Sí, el Autor… -se limpió la boca con el antebrazo-. Es un niño pequeño, con un importante retraso mental… Vive asustado, está escondido en una caja de cartón… Es insaciable…
Le saqué el vino y la observé extrañado.
-Deberías dejar de consentirlo…
-No…
-¿Tanto te interesa esta mierda?
-No es eso… Es que me cae bien… El Universo es retroalimentación… El huracán que mantiene en vuelo a la mariposa, la mariposa que desata un huracán… Esas cosas…
Pensé en aquello y me dieron náuseas. Recordé el día de la Gran Explosión… Muchos se mostraron consternados: “¿Cómo pudo ser que nadie pudo predecirlo?”. Para mi no fue tan dramático: estaba acostumbrado a que los profetas de turno fueran un fiasco.  Además, si los señores de los radares y satélites le erraban al pronóstico de una tormenta, ¿cómo podíamos esperar que imaginaran lo que iba a pasar en no sé cuántos millones de kilómetros?
-Son pavadas… Lo único que existe es una brisa constante, sin principio ni final…
-Es lo que intentaba decirte… -forcejeamos por la botella, hasta que consiguió sacármela, derramando un poco del preciado líquido en el piso-. Imbécil testarudo…
Nos miramos con fuerza, realmente enojados. Si las calles no hubieran sido caos absoluto me hubiera ido dando un portazo, porque siempre arreglo así las cosas: camino hasta que me olvido que estaba enojado.
-¿Por qué sobrevivimos?
-Porque estábamos unidos…
Bajé la vista y vi que una cucaracha se aproximaba. La aplasté, sin piedad, y la estrujé con saña. Luego levanté el pie: el cadáver destrozado dibujada un corazón deforme en la madera gastada. Recordé las tardes en la terraza, hablando de sacarle los ojos a los tarados de los noticieros, soñando con la Navidad en la que todo terminara, imaginando las nubes, el polvo, el desierto...
-Si no vamos a morir juntos ya nada tiene sentido…
De pronto sus ojos se abrieron de par en par.
-Esteban…
El vértigo creció. Vi que las cucarachas salían de detrás de la mesada, de detrás de la cocina, de detrás de los marcos de las ventanas tapiadas.
-Capaz que esta vez sos vos la que está errando el punto… Capaz que estamos unidos sólo porque sobrevivimos…
Me di vuelta, sintiendo un escozor en los ojos, para evitar su mirada tan cargada de incomprensión.
-Esteban…
Y acto seguido, el ruido de la botella estrellándose en el piso. Se había desmayado, de nuevo. Pero ya no me preocupé por ver si se ahogaba en sueños. Las cucarachas iban a devorarla, era evidente. Iban a vengarse por mi acto violento contra una de ellas. Era una batalla encarnizada por ver quién se hacía con el poder… Y los daños colaterales son la esencia de ese tipo de batallas.
Iban a matarla por mi culpa.
-Que se joda… No puede haberse vuelto amiga del Autor…
Me tiré en el sillón y seguí leyendo, conciente de que aquella casa terminaría siendo mi tumba, que había regalado mi muerte por haber confiado en el mal final. Me sentí horrible.
Antes de llegar al final de la historia (no sé que hora era: sin Sol ya no había tiempo) tiré el libro muy lejos y me puse a llorar, desconsolado… Las tardes que ya no volverían, la culpa, la vergüenza, los desconocidos que tarde o temprano se encontrarían con mi cadáver, sin saber nada de mi y me inventarían algún final digno, porque siempre pensamos en los finales dignos, para consolarnos. 
Me dieron ganas de meterme en una caja y quedarme ahí. No es divertido contarse el futuro. Las historias son más lindas cuando alguien te las cuenta. Por más que sean historias de terror.

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