Voy a extrañar a ET (II)

3 mar 2011

MUNDO, PONETE VASELINA
(segunda parte)



Conocía a Chapa desde el secundario. Nunca habíamos sido mejores amigos (nunca tuve un mejor amigo) pero pasábamos gran cantidad del tiempo juntos. Él era muy hiperactivo, tenía una adicción extrema a los video juegos y a Dragon Ball, escuchaba una y otra vez el disco Californication de los Red Hot y solía mirar esos programas chotos en los que una modelo que no sabe nada de autos habla, justamente, de autos. Yo pensaba que los miraba por la chica en cuestión, pero le erré. O al menos no los miraba unicamente por eso.
Con el pasar de los años siguió siendo hiperactivo: pasó por tres carreras que no se relacionaban entre sí, hizo dos cursos igual de descolgados, trabajo duro, hizo turnos dobles, se compró su propio departamento y no dejó que pasara un fin de semana sin organizar una fiesta. Buen anfitrión, sin dudas. Se consiguió todos los capítulos de Dragon Ball y los apiló en un estante de honor, la consola de antaño fue suplantada por una reluciente Play, empezó a escuchar otros discos de los Peppers, se hizo fan acérrimo de Frusciante (yo le había regalado un disco solista del chabón para su cumpleaños número veintiuno y me abrazó por casi diez cálidos e insoportables minutos) y un día encontró su vocación. Yo no la vi venir, pero cuando me lo dijo supe que había estado allí, todo el tiempo.
-Quiero ser mecánico… Hice unas changas en un taller y me gusta todo eso…
Yo lo miré con algo de desconfianza, sin saber si se trataba de un chiste.
Al tiempo, después de endeudarse mucho, abrió su propio taller y las cosas le fueron bien, bien y bien. Así que no era chiste y así que no sólo miraba los programas de autos por las modelos pulposas y de calzas super ajustadas.
Fue buena elección, el Chapa que se había ganado por loco, de pronto hacía alarde de su profesión. Insisto en que no lo vi venir, pero, quizás, el poco observador sea yo.
Quedé igual de consternado cuando me dijo, en el ascensor.
-Hace más de un año que todos los miércoles hago fiestas en casa…
-¿Cómo las fiestas que hacés los sábados?
-Mmm… Un poco diferentes.
-¿Diferentes?
-Son fiestas que se pasan de boca en boca, viene mucha gente que no conozco… Mucha gente que no se conoce con nadie. Son fiestas de vía libre.
Me guiño un ojo y su sonrisa se hizo un tanto perversa. Se acomodó el cuello de la camisa, como si fuera un galán.
Lo de “vía libre” lo entendí de inmediato, conocía los términos de Chapa.
-No sabía nada…
-Claro que no sabías nada…
Lo miré confundido, de pronto me sentía un poco excluido.
-Gracias.
-No, no… No lo tomes a mal… Pero vos tenes… Quiero decir, tenías pareja. No iba  a invitarte a una fiesta de los miércoles… ¿Entendés?
Asentí. Por un segundo estar allí me pareció la peor idea del Mundo.
Después el ascensor se detuvo, se abrió la puerta y ya no hubo vuelta atrás.

Estaba claro que en el lugar nadie se conocía con nadie. Traspasar la puerta del 6D fue algo que casi me asusto: el departamento no parecía el mismo. Chapa lo había decorado de tal modo que el sitio era irreconocible para alguien como yo, que sabía cómo lucía en su “condición natural”.
Todos los muebles estaban corridos de lugar y había tubitos de luces de neón por todos lados, dándole un aspecto azulado y sombrío  a todos los ambientes.
Música suave, nada de gritos, todos tomando vino en copas grandes, tan lujosas como ridículas… Aquello no era, definitivamente, una fiesta como la de los sábados, donde estallaba Sabbat en el equipo, todos nos reíamos a carcajadas y nos interrumpíamos a los gritos y la cerveza era el néctar por excelencia.
Además las fiestas de los sábados eran de diez personas a lo sumo. Allí había más de veinte, sólo en el living.
Chapa me fue empujando con él. Por alguna razón todos los rostros eran atractivos allí. Había merca (otra diferencia con la marihuana habitual), se presentía la pepa en el aire y más de uno fumaba tabaco saborizado en pipa.
-No sé si…
Me quedé duro.
En el sillón en el que tantas tardes habíamos hecho campeonatos de Winnig Eleven  había una pareja cogiendo.
Ella lo cabalgaba, muy convencida; él le había bajado los breteles del vestido, para dejarle al descubierto las tetas.
-Tomá…
-¡Chapa, tu sillón!
-Dale, agarrá.
Chapa me dejó una copa de vino en las manos y desapareció entre la multitud. Yo me quedé ahí, con esos rostros perfectos que miraban sonrientes el espectáculo.

-Hey, caballero.
Me giré y vi a un joven de baja estatura, con unos gruesos lentes de lectura. Llevaba un corte ramonero y una barba apenas crecida.
-¿Sí?
-Quería pedirle algo…
Tenía una voz muy clara, una mirada seria.
-¿Sí?
“Si es un puto tirándose un lance se pudre todo…”.
-Vi que el dueño de la casa parece su amigo…
-Sí, ¿y?
-Bueno… Necesito que lo convenza de que me de esos cables que me sacó… Tengo que armar un casco especial y los necesito.
-¿Un casco especial?
-Sí, ellos me dijeron como hacerlo, en un sueño. Un casco para expandir la consciencia.
-¿Ellos?
-Los tipos de las estrellas.
Apuré el vino y me conseguí otra copa, con rapidez.
-Voy a hacer lo que pueda.
El pibe de los lentes “culo de botella” sonrió esperanzado.

Me di cuenta de que el polvo terminó porque todos aplaudieron, de modo cortés, sin hacer demasiado escándalo. Todo muy formal. Ni me acerqué a mirar, me quedé en la cocina, con la vista clavada en la heladera, tratando de ignorar el entorno. Iba por la cuarta copa de vino.
“Las cosas que uno termina enterándose por error…”, me dije, reflexivo, lejos de sacar un pensamiento profundo de mi cabeza agotada y ebria.
-¿Qué pasó? ¿No te gustó lo del sillón?
El pibe que se había armado una linda partuza en el sillón que yo jamás volvería a usar se sentó a mi lado. Tenía una bata y se secaba la transpiración con una toalla.
-Para nada… Es decir… Estuvo bien, brindo por eso… -levanté la copa, la liquidé y me serví más-. Pero no son mi estilo.
-¿No es tu estilo? –dejó la toalla a un costado, agarró una copa que había quedado sin dueño y se sirvió lo último de la botella-. ¿Querés decir que no te gusta el sexo en medio de una multitud? Porque si es eso te digo que te estás perdiendo uno de los…
-No, no… No es eso… -me giré del todo, hasta quedar bien frente a él. Me sentía muy fraternal, por culpa del alcohol-. Nunca tuve sexo delante de muchas personas, pero eso no me desagrada…
-¿Entonces?
Tenía ojos claros y grandes. Parecía buena persona.
-No entiendo eso de la violencia… Garchan muy feroces… Es todo una vorágine, no los entiendo… Hoy… -hice una pausa, para evaluar si merecía la pena contar lo de Florencia a ese perfecto desconocido. Por suerte tuve algo de lucidez-. Hoy vi un video en el que hacían lo mismo… Y no pude entenderlo.
El otro se rió, con algo de compasión. Me hizo sentir un idiota.
-¿Crees en el amor y esas cosas? ¿Crees en la conexión? ¿Crees en hacerlo en el momento ideal, con la persona ideal?
Fue mi turno de reírme. Aquel muchacho quizás fuera buena persona, pero quedaba claro que no era muy avispado.
-Lo que quiero decir es que no sé cómo hacen para aguantar tanto… Si yo lo hiciera a esa velocidad tardaría menos de un minuto en explotar. No creo estar hecho para el sexo desenfrenado.
Ojitos Claros me miró por un largo rato.
-¿En serio es eso?
-Sí.
-¿De verdad?
-Sí.
Dejé de sentirme amigable de un momento para el otro. Me giré y volví mi vista a la heladera.
-Hubieras empezado por ahí… Si querés que la carga quede dentro el tiempo necesario probá con esto…
Lo observé de reojo, con algo de desprecio. Se metió la mano en uno de los bolsillos de la bata y sacó una pastilla verde.
-La tomás y todo solucionado. Pero no mezcles con alcohol.  Sino, todo lo que debería ir para acá… –se agarró la chota por encima de la bata-. Termina acá –concluyó golpeándose la cien con el índice.
Le saqué la pastilla de la mano, con algo de brusquedad, y la observé, intrigado.
-No tengo problemas de erección.
-Espero que eso sea verdad, porque sino esa pastilla sería al pedo.
En ese momento una chica alta, de pelo largo y muy alisado tomó al joven de la mano. Ambos se miraron y no tardaron en regalarse sonrisas pelotudas. No se dijeron nada. No se preguntaron el nombre, lo que significa que no tuvieron que mentirse al respecto.
Me deprimí un poco.
Se alejaron y los seguí con la vista.
-Una vez soñé con un lugar muy parecido a este lugar…
Una chica con un peinado raro y divertido, con muchos colores, se había sentado a mi lado.
Pensé en decirle que no me sentía bien. Pero en vez de hacerlo me tomé la pastilla, en seco.
-¿Sí? –pregunté, tratando de sonreír. Habrá sido patético.
-Sí… Tenía estos mismos colores… Pero en vez de ser una casa era una nave espacial… ¿Viste que esto se parece a una nave espacial?
Iba muy puesta, pero tenía razón. Le di un trago al vino mientras un escalofrío me recorría la espalda.

A pesar de la ausencia de ánimos se me paró rápido. Hacía un tiempo largo que no probaba un cuerpo que no fuera el de Florencia. En todos esos años de noviazgo nunca le había sido infiel.
Se me paró mientras la chica multicolor me hablaba de sus pesadillas de la infancia, de que los sueños eran geniales, de que había leído que algunos practicaban el sueño lúcido y de que (era recurrente) esa casa parecía una maldita nave y que podíamos despegar en cualquier momento y se reía como tonta, fingiendo ser más tonta que lo que era en realidad.
Habló tanto que de a poco se me fue la excitación y me agarraron ganas muy fuertes de mear. La interrumpí:
-¿Te acordás a quién le contaste tu primer pesadilla?
La pregunta la tomó por sorpresa.
-Sí… -soltó insegura, al cabo de un rato.
-Deberías buscar a esa persona… Seguro fue muy importante para vos… No sé si la sigas viendo o no, pero contar la primer pesadilla no es una cosa fácil… Deberías estar hablando con esa persona, no conmigo…
-Pero… -estaba desconcertada.
-Yo soy otro extraterrestre acá adentro… Nada más.
La idea la hizo sonreír.
-Siempre quise conocer a un extraterrestre.
Me levanté, con la vejiga pidiendo por favor. Iba a marcharme, sin más, pero se me ocurrió improvisar.
Formé un círculo con el índice y el pulgar de la mano izquierda y lo atravesé repetidas veces con el “fuck you” de la derecha.
-Es el saludo de mi planeta –solté.
Estallamos en carcajadas. Fue un buen momento antes de que todo dejará de ser.

Oriné extasiado de placer por ya no tener que contenerme. Fue algo delicioso.
Cuando estaba en las sacudidas finales alguien abrió la puerta del baño y antes de que pudiera decir algo tenía a un tipo meando a mi lado, en el bidet.
Lo primero que pensé fue: “¡El bidet de Chapa!”.
Lo segundo que pensé fue: “Que se joda Chapa, me dejó solo…”.
Lo tercero que pensé fue: “Este tipo tiene un pene muy grande…”.
Lo cuarto que pensé fue: “¡Ese pene lo conozco!”.
Esa primer secuencia fue así de clara. El resto fue más caótico.
Lo agarré del cuello de la camisa e hice que estrellara su cabeza contra los azulejos, con fuerza, al tiempo que le daba una concisa patada a la puerta, para trabarla bien. Sentía que mis movimientos eran eficientes al cien por cien, rápidos.
Un “¡Uh!” ahogado, después, antes de que pudiera decir algo, lo giré sobre si mismo y le tape la boca con una mano, mientras le apretaba la chota con la otra. Me salpicó con meo. No me importó.
Tenía los ojos abiertos de par en par, transpiraba. Un hilo de sangre que pronto manchó mi mano brotaba de su nariz. Estaba muy asustado. Era él, no había dudas.
-Le diste por el culo a mi no… A mi ex… -le susurré, acercándome mucho, procurando sonar amenazador-. Y filmaron todo y después lo subiste a internet, sin preguntarle nada… Me alegra que lo hayas hecho… De verdad… La volviste bien loca…
No intentaba defenderse. Ni siquiera se debatía. Tenía ambas manos con las palmas vueltas hacía arriba, a la altura de los hombros. Le destapé la boca de a poco. No gritó en ningún momento.
-Perdón… -susurró.
-¿Eh? ¿Perdón? ¿Ni siquiera me vas a preguntar quién es mi ex?
-¿An… Antenitas de marciano? –preguntó tembloroso.
-Mierda… -le solté la pija y me alejé de él. Se subió los pantalones de inmediato-. ¿Tan presente la tenés? ¿Vas a decirme que estaban o están en pareja?
-No, no, no… -se atajó con rapidez, al tiempo que se llevaba una mano a la nariz-. Para nada… Pero es de la única que subí el video… Perdón.
-¿Por qué subiste el video?
-No sé… Me fastidió con ese… fetiche… Me gusta la peli ET y me gusta garchar… Pero no me gusta mezclar las cosas… Perdón…
-Volvés a decir perdón y te voy a lastimar de verdad.
Asintió. No era tan hombre en vivo y en directo. Me miré la mano manchada con su orina y negué con la cabeza.
-Si querés puedo…
-Quiero que me digas qué es lo que decía en la tanga…
-¿Eh?
-La tanga tenía un extraterrestre dibujado, con un globo de diálogo…
-No sé de que…
Le empujé la cabeza con fuerza, pegándole en la frente. Su nuca hizo un sonido al chocar contra la pared que me resultó atractivo.
-¿Qué decía el extraterrestre de la tanga?
Suspiró. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Decía: “Ponete vaselina”.
-¡¿Qué?!
-Decía eso… Te lo juro…
Se encogió en el lugar, esperando otro golpe.
-“Ponete vaselina” no es algo… sexy.
-Ya sé.
-Posta… Es… burdo.
-Sí…
Le di la espalda y me lavé las manos.
-Ponete vaselina… No puede decir: “Ponete vaselina”… ¿Cómo puede comprarse una tanga que diga: “Ponete vaselina”?
Me sequé, mientras la furia crecía en mi.
Estaba dispuesto a irme. Pero entonces el imbécil tuvo que decirlo:
-Perdón…
No tuve más alternativa que cumplir con mi amenaza.

Salí del baño unos minutos después, vestido sólo con mis boxers.
Me sentía seguro, hastiado, con ganas de pelear. De pronto los colores eran más intensos, la música, aunque verga, era más claro. Cada fragmento de conversación susurrado era una melodía. Los perfumes: la mezcla perfecta de falsos perfumes de París y pija transpirada.
Todos se abrieron paso, supe que no había forma de que no se fijaran en mi. No tuve que soltar palabra, no tuve que levantar una banderita o hacerles señas. Me siguieron, inmediatamente, curiosos, instintivos. Pasé por al lado de Chapa y el también se mostró extrañado y fascinado.
Abrí la puerta del departamento, la dejé abierta para mi séquito de espectadores y subí las escaleras hasta la terraza.
Las ráfagas de aire fresco me hicieron sonreír. Abrí los brazos, cerré los ojos. Sentí que ese instante era fantástico, pleno, completo.
Cuando volví a abrir los ojos y me giré los vi a todos, allí parados, acurrucados entre ellos, cagados de frío. No podían sacar sus ojos de mi. Yo era como una perrita en celo y ellos una jauría hambrienta y extasiada.
-Estamos en medio de la noche húmeda, subidos a un pene de cemento, desgarrando el cielo y rompiendo el himen de las fantasías de poder envejecer en paz, con alguien de la mano… -tome aire. Mi voz era clara; las palabras acudían en cascada, yo levantaba más y más los brazos:-. Quizás rompimos con la farsa, de una vez por todas, pero ahora algo se marchita más veloz y morir joven se vuelve relativo… Somos como… Como espermatozoides: todos buscamos lo mismo, pero sólo sobrevivimos si podemos dejar atrás al otro. No nos conocemos, pero nuestras esencias son iguales. No somos islas como dijo no sé quién. Somos Mundos.
Miré a la audiencia, que se caracterizaba por una piel de pollo que adornaba todos los brazos desnudos. Vi a la piba de los colores. Me sonreía.
-Somos extraterrestres… -solté, sin dejar de mirarla.
No nos despegamos la vista y, de pronto, aquel juego inofensivo de la provocación/ seducción, se volvió, como calculo que siempre sucede, un desafío. Ninguno iba a ceder.
Nos sentimos, ella y yo. La vi en su cuarto, tirada en la cama, mirando el techo, leyendo sobre las posibilidades de viajar en los sueños. Le dije, sin hablar, que mi autor favorito era Joe Hill.
Nos dijimos muchas cosas más y era morbo de un modo muy extraño el hecho de sentir las demás miradas, de ceño fruncido.
Celos.
Tuvimos que cortar nuestro canal de comunicación muda por culpa de Chapa. Lo odié mucho. Esa noche lo odié en muchas ocasiones.
-Nico, vamos, dale… Vamos a darte una ducha…
Lo tenía colgado de mi brazo, tiraba fuerte.
Salí del trance, irritado, y me resistí. Lo aparté de mí, con violencia.
-Ducha las pelotas… -solté-. Vos también sos un extraterrestre… Pero si queremos conquistar algo tenemos que culearnos al Mundo entre todos…
-¡Esa! –arengó alguien.
Me sumó valentía.
-Mundo… -me reí para mis adentros-. Ponete vaselina…
-Nico…
Chapa volvió a tomar mi brazo. Me giré, dispuesto a escupirlo, golpearlo en la nariz, patearlo, decirle que estaba cortando el chorro y que lo iba a pagar feo. Pero no tuve que hacer nada de eso.
-Soltalo…
Nos volteamos y vimos al pibe de los gruesos lentes: había armado su “casco especial”, que consistía en un colador invertido con una serie de modificaciones: alambres, una cuchara, cables, dos pilas y un cd que se notaba rayado entre otras cosas.
Chapa miró al pibe, boquiabierto. Me miró a mi. Volvió a mirar al pibe.
Al cabo de unos segundos negó con la cabeza, suspiró y me soltó, encogiéndose de hombros, dando a entender que había hecho todo lo posible.
Lo odié, ya perdiendo la cuenta de cuánto lo odiaba.
Cuatro Ojos lo observó marcharse, con una expresión exagerada de: “Y ya no quiero verte por acá”. Cuando lo perdió de vista me miró con un entusiasmo desbordante estallando en sus pupilas.
-Tomá… Es tuyo.
Me tendió el casco.
-Gracias, pero…
-Posta. Es tuyo.
Lo observé un rato.
“Me lo encargaron los hombres de las estrellas…”.
Sí. Ese casco me pertenecía. Lo agarré, con respeto extremo, y me lo coloqué.
El pibe se giró y volvió veloz hacía la multitud. Todos contenían el aliento.
Un cosquilleó me iba de la sien derecha a la sien izquierda. Los ojos también me picaban. La boca un poco entumecida, la lengua pastosa. Y las ideas (en imágenes, colores… todos recuerdos) en pleno hervor.
-Somos lo que fuimos, y lo que fuimos es siempre otra persona…
La chica colorinche se enjuagó una lágrima (me di cuenta de que una lágrima también corría por mi rostro) y me saludó como yo le había enseñado a saludar.
Sonreí. Aquello era la señal.
Miré a Chapa, que estaba a unos metros prudenciales. No estaba en estado hipnótico, como todos. Ya no. Estaba pálido, transpirado, enfermo. El miedo había ahogado su ebriedad.
-Chapa, tenés un muerto en el baño.
Acto seguido, corrí. Me tiré.
El casco captó todos los orgasmos que se estaban produciendo en ese momento.
Después me salvó la vida.
“Mundo, ponete vaselina…”.

Resultó ser que el flaco del baño, el que se había garchado a Florencia mucho mejor de lo que yo me la había garchado siempre, no estaba muerto. Sin embargo, me enteré por el diario, sí había muerto la prosti con la que había hablado antes de ir a lo de Chapa. En la foto que acompañaba la nota estaba el Negro, tapándose la cara. Lo reconocí al toque.
Los días pasan en el hospital y me siento muy ajeno a todo.
No sé si estoy triste. Sí sé que no voy a volver a llamar a la piba de los pelos de muchos colores.
-Necesito volver a mi planeta…
Capaz no la ponga nunca más…
Es hora de que lo diga: Florencia era mi todo.
Voy a extrañar a ET. 

FiN

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Matías C. dijo...

Siempre hay que aplaudir un buen polvo.
Es así.
Gracias.