Funeralcidio

23 mar 2011

EL DÍA QUE LOS ACCIDENTES FUERON ASESINADOS


Nunca leo el diario, pero me entero, por el tipo que está sentado a mi lado, un tipo con sobretodo largo, un parche en el ojo izquierdo y sonrisa triste, que en Wilde hubo un asesinato. Me pierdo los detalles, porque el movimiento no me deja concentrarme. Me da ganas de vomitar.
Me volteo hacia la ventana, justo para ver a mi mejor amigo, que está en una esquina, llorando, sentado en el cordón. Acaricia a un animal enorme, blanco, mezcla de perro y dragón que me resulta familiar. Me doy cuenta, por la extraña contorsión de su cuerpo, que está muerto. Lo atropellaron.
Pienso en bajar y consolar a mi amigo, pero llego a la conclusión de que sería una pésima idea.
“Si transformás en funeral la desilusión, inherente en la esencia de la fantasía, aniquilás la posibilidad de que alguien se encargue de revivir a tus muertos”.
Él nunca me fallo. Yo le fallo. Yo fallo.
Le deseo suerte, en silencio.
Me asusto, quiero tomar revancha, tiemblo. Apoyo mi mano sobre el vidrio; el colectivo acelera. La realidad es eso: una mano sobre un vidrio, luego movimiento.
Me giro para preguntarle al tipo del parche si lo que se mueve es el bondi o el Mundo… Pero ya no está. Sobre su asiento sigue el diario y, sobre el mismo, un caleidoscopio.
Lo agarro con naturalidad: sé que no es mio, pero me pertenece.
De pronto estoy cansado, sé que voy a llegar tarde. Sé que van a felicitarme por llegar tarde. Sé que  todos esperan que llegue tarde. Sé que todos los presentes son extras (suicidas pasivos); sé que el chofer es un músico famoso ya muerto.
Me doy cuenta de que extraño al extraño del sobretodo: él parecia real.
Todos los relojes se detienen. Sí, porque no me basta con tener mi reloj sin pilas.
Es entonces cuando el colectivo choca contra algo; algo grande; algo que aulla de dolor. El juguete hippie se me clava en el ojo y de un momento a otro ya no soy.
Mañana van a encontrar mi cuerpo y el titular dirá HOMICIDIO.
Van a empezar las historias. O la historia. Esa que no termina.                           
Me rio del chiste del que seguro se va a acordar mi mejor amigo cuando deje de llorar. Ese chiste que salió en la contratapa del diario que jamás se va a escribir.

***
intertextualidad

1 Diálogos:

Gorda Iteración dijo...

El reloj no marca las 5:55:55... pero no importa... es tiempo de revivir a los muertos...

Amén...