A VECES PIENSO QUE CANTÁS LO QUE TE DIGO AL OÍDO
(a veces sé que es al revés)
Me puse los
auriculares: soy invencible una vez más, con el encendedor jugando a ser
asesino de botellas, y le vuela la cabeza a otra cerveza, que cae rendida a mis
pies,
mis pies,
que, de pronto, están a tres centímetros de donde se supone que deberían estar, y si bien sé que no es gran cosa, si bien sé que mejor lo hace Súperman, te puedo asegurar que hay algo bello en esto de no tener testigos
mis pies,
que, de pronto, están a tres centímetros de donde se supone que deberían estar, y si bien sé que no es gran cosa, si bien sé que mejor lo hace Súperman, te puedo asegurar que hay algo bello en esto de no tener testigos
y flotar,
flotar,
tanto, tanto, tanto que subo el volumen y mis dedos se ponen a bailar y dibujan las canciones con las que pienso que llorás y ojalá también grites y sepas que yo tuve la culpa pero que no me puedo sentir mal, excepto por esos detalles, tan enormes, que me quiero callar, porque ya entendí demasiado y demasiadas veces lo tonto que es hablar,
hablar,
como si no tuviéramos que pensar en mejorar, en arreglar o romper, en embarrar, como cuando fuimos de la mano hacia el primer lugar al que fuimos de la mano, sin imaginar, que, luego, eso iba a ser un recuerdo para quemar, en borracheras con desconocidos, en cualquier bar, con vos, sin titubear: “¿te acordás?”, y te mordés el labio, nunca, nunca contestás, pero no sé si la respuesta es muy obvia o si metí la pata al preguntar,
preguntar,
¿dónde quedaron los discos que yo solía escuchar?
¿los escuchás?
quiero saber:
¿los escuchás?
decime:
¿los escuchás?
los parlantes que te regalé para navidad, hoy son estos auriculares, porque nunca supe negociar, y todo lo que salía hoy vuelve a entrar, porque se terminó la fiesta y es hora de regresar: hay licores bajo la almohada y pastillas en el placard,
hogar
tranquilo
fetal
soy invencible
una vez más.
flotar,
tanto, tanto, tanto que subo el volumen y mis dedos se ponen a bailar y dibujan las canciones con las que pienso que llorás y ojalá también grites y sepas que yo tuve la culpa pero que no me puedo sentir mal, excepto por esos detalles, tan enormes, que me quiero callar, porque ya entendí demasiado y demasiadas veces lo tonto que es hablar,
hablar,
como si no tuviéramos que pensar en mejorar, en arreglar o romper, en embarrar, como cuando fuimos de la mano hacia el primer lugar al que fuimos de la mano, sin imaginar, que, luego, eso iba a ser un recuerdo para quemar, en borracheras con desconocidos, en cualquier bar, con vos, sin titubear: “¿te acordás?”, y te mordés el labio, nunca, nunca contestás, pero no sé si la respuesta es muy obvia o si metí la pata al preguntar,
preguntar,
¿dónde quedaron los discos que yo solía escuchar?
¿los escuchás?
quiero saber:
¿los escuchás?
decime:
¿los escuchás?
los parlantes que te regalé para navidad, hoy son estos auriculares, porque nunca supe negociar, y todo lo que salía hoy vuelve a entrar, porque se terminó la fiesta y es hora de regresar: hay licores bajo la almohada y pastillas en el placard,
hogar
tranquilo
fetal
soy invencible
una vez más.
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