SALVAJE Y LEJANO SUR
(crónica de una fuga constante)
Arden mis
ideas
mientras el
rabioso delincuente,
lleno de
polvo,
cargado de
malas intensiones que brillan,
como
luciérnagas en medio de la estéril noche de la moral,
del
revolver,
de los
recuerdos de la cueva-habitación,
con mamá
contando el final feliz,
con las
expectativas de una sonrisa,
de un
envejecer no tan solitario,
levanta
ambos manos,
dejando
caer la bolsa,
que choca,
pesada ,
como sus
párpados que deciden cerrarse
y se nutre
de la esplendorosa imaginación
que lo
dibuja en otro cielo
distante
pintado de rojo
gracias a
la influencia de la sangre
que nunca
pudo ignorar
y mientras
los caballos se aproximan
furiosos
jinetes de
un apocalipsis escrito en la corteza de un árbol
como
promesa
de
eternidad
cuando el
atisbo de una vida plena exigió
para
concretarse
terminar,
y esa savia
que brotó
vuelve a
brotar
desde los
cactus
para besar
la arena
y rodear,
en una
danza silenciosa,
porque la
magia sucede
siempre,
cuando no
mirás,
y, de
pronto,
desaparece
para
encontrar una bala
mucho más
veloz
y
eficaz,
se sube a mis pensamientos
recobrando
la juventud
que lo
volvió peligroso
y
tan
fatal
y emprende
la ruta
desesperado
libre
cargado de
amor
sabiendo
que no tiene tiempo
que sólo es
cuestión de conquistar
un universo
tras otro
hasta poder
volver
a esas
iniciales
iniciáticas
y traer un
botín
mucho
mayor
“por un
momento me pareció no verte”
“es que a
veces me voy”
y arden mis
ideas
camino
al
Sol.
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