La Luna es un accidente
(agoniza, sueña, delira)
A la luna
no le importa, por eso se deja caer, soñando con matar todas las consciencias
que ascienden, despiertas por su influjo
casi
hechizo
casi trampa
casi cierto
y así
llegamos a la noche, que es el amanecer de tus palabras, con la magia brillando
y sacando sombras de cada nube, en un espectáculo que vuelve piedra a los
amantes, que se tocan las manos, que se besan detrás de la oreja, que se pasan los
dedos bajo la falda, que se mienten, felices de poder hacerlo.
A la luna
no le importa, por eso suspira, soñando que arrasa con las carpas del circo de
la feria que abrimos, que se llama como el primer juguete que tuvo nombre,
como el
primer licor, comprado con cachetes en rojo y los huevos hirviendo
correr
dibujar
decirte que
vi una peli que no me dejó dormir
y no cobrar
entrada, para que pase cualquiera, para que ganen todos, para que puedan
desaparecer, en el momento justo, cuando le tenés miedo a lo que se esconde
detrás de lo oscuro, cuando decís que vas a ser como tu héroe, cuando no sabés
muy bien por qué estas haciendo cosas que ayer parecían tan lejanas.
A la luna
no le importa, por eso cierra los ojos, soñando que cada cosa estalla y se
convierte en estrella
solitaria:
una
constelación
que forma
la imagen de otra estrella, aún más grande, como si en vez de viajar hacia
adentro estuviéramos mutando, en algo igual y diferente, como un álbum de fotos
infinito, siempre lleno de pequeños detalles:
las uñas,
el lunar,
el ombligo.
la mancha
de nacimiento con forma de conejo….
las
pupilas.
Siempre
pupilas,
como
un
satélite
más:
mirando
cómo me miro.
Cayendo,
suspirando,
y los ojos
cerrados.
A la luna
no le importa.
A mi sí.
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