Laberinto

11 feb 2011

TE GUSTE O NO


La puerta de la derecha está a la izquierda, la cocina es una calesita de colores brillantes; de una ventana entra el Sol, la otra me muestra la Luna… El inodoro en medio del living, la tele adentro del placard, al lado de las ollas. 
“¿Quién carajo prendió el aire acondicionado?”, pregunto, enojado, abrazándome, frotándome los brazos. 
Pero el aire acondicionado está apagado, pero nadie cerró las hornallas. Y corro hasta el bidet, para cortar el gas de toda la casa. Acciono la pequeña palanca y se encienden todas las luces. Y la radio. Y la tele. 
En tipo de la tele dice que mañana van a morir un montón de personas, porque todos los días mueren un montón de personas. 
La mina de la radio (que habla como si estuviera borracha) dice que el de la tele tiene razón. Después me ignoran y se quedan ahí, espiándome, porque la función la pongo yo, el show soy yo, el tipo mortal soy yo… Ellos son otra cosa, no son humanos, tienen tentáculos debajo del traje, cien ojos debajo de la máscara. Y no tocan nada, y no ven nada… Pero te muestran todo y te escupen veneno y te pasan la chota por la cara, te guste o no.
TE GUSTE O NO.
Meto la mano en la palangana, donde está la ropa de color que ya no uso más (nunca más) y sacó el celular. Marcó el número de la chica que siempre me gustó, pero me atiende mamá y me dice que mi mejor amigo me está buscando, que está preocupado por mi, que tiene miedo de que ya no nos veamos más.
Me pongo tan triste que me tiró en la mesa, para dormir. Me tapo completo, como cuando era chico, pero ya estoy grande y se me destapan los pies y no me importaría si no fuera porque los tengo metidos en el microondas y se me van las ganas de estar acostado pero no quiero estar despierto, así que busco un libro adentro del lavarropas, porque leer es como soñar pero sin cerrar los ojos y me acuerdo de quinto grado: “Señora, su hijo va a ser escritor.”
Y por cada palabra que leo se forma una nota en mi cabeza y caminó de un lado para el otro, para no perder el ritmo, descubriendo la banda sonora, ese tema tan pegadizo y verga… y se baja el techo y las paredes se me vienen encima y donde debería estar mi cuarto hay un cementerio con una sola tumba, que dice, con la frialdad de la piedra: “Sí, soy. Pero no”.
Y en la mano no tengo un libro, tengo un cómic, porque capaz que un día sí consigo ser un héroe y sí cambio el Mundo… Aunque me conformaría con que el Mundo no me cambiara. 
Al cómic le falta la hoja del final y no la encuentro hasta que me miro al espejo. Estoy en una habitación llena de espejos, desnudo.
Tengo el final del cómic tatuado en todo el pecho. 
Me rompe las pelotas que diga CONTINUARÁ, pero me armo de coraje y sigo tratando de entender todo el caos.
Mi casa está bien. 
Mi cabeza es un laberinto.

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