[Vos+Yo=Findelmundo]

27 nov 2010

ASI COMO MEZCLAR PASTILLAS Y VINO


Lo más bello fue sentir que era la alucinación de otra persona. Yo no estaba ahí, intentando no desarmarme, intentando desangrarme, gritándole a las paredes, suplicando al vacío, inventando conversaciones con las cucarachas que se aburrían rápido de mi, que me ganaban a la ajedrez (y sin hacer trampa).
Yo no estaba ahí.
Vos estabas, pero te llevé conmigo o eso me pareció, porque me sonreíste cuando miré al costado y lloré:
-Nunca voy a poder darle un abrazo a Stephen King, y es el tipo que más cosas me enseñó en mi vida… Nunca voy a poder decirle que quiero matarme…
-Pero él ya sabe eso… -me explicaste.
Suspiraste feliz, hundiéndome en tu pecho, para que me calmara, porque de otro modo no me calmo y ya sabés qué pasa cuando no me calmo y empiezo a buscar los discos que nunca encuentro y me agarra una paranoia enorme, porque no me acuerdo si saqué a mi mascota (es violeta, mide tres metros y lleva una remera con una foto de tu vieja en bolas, bien entregada, putita… Porque tu vieja era joven y tenía el poder en la concha. Sí, ella también. Mirala a la cara y trata de centrarte en los ojos) para que meara en el jardín del vecino, que es muy hijo de puta (es remisero, casi un taxista) y seguro que algún día me va a denunciar a la yuta porque está convencido de que soy el que pinta esas A en la pared de su casa… Y yo no soy, soy un asco con el aerosol, siempre me pinto los dedos… Pero el bolsa de cuernos no entra en razones. Y me señala y me gruñe.
-Al viejo le falta bocha de droga… ¡AL VIEJO LE FALTA BOCHA DE DROGA! –grito por toda la casa.
Te parece gracioso los primeros dos minutos. Después soy insoportable. Claro, no soy especial, tengo ratos de lucidez y tengo ratos en los que te puedo hacer sentir bien, me di cuenta por tus mejillas, que se hincharon, porque hiciste ese gesto tan raro que significa que te parezco tan idiota que estás enamorada. Pero son ratos chiquitos… Son una porción de mi espíritu rotoso, que la mayoría del tiempo está demasiado deslumbrado. Soy un retrasado mental tratando de armar el rompecabezas que jamás pudo concretar el genio del barrio: aquel borracho empedernido que logró, según se cuenta, resucitar a Einstein y darle un voleo en el orto: “Todos los tiempos son el mismo tiempo”, dicen que le dijo. Y le sacó la lengua, burlón.
No viene al caso. La onda es que es una suerte que me hayas calmado, que estés acá, conmigo, lo que significa que tampoco estás allá. Me gustaría preguntarte si venís porque estás convencida o porque te arrastro conmigo… Pero no me gustan esas preguntas. Preguntar algo así sería la confirmación de una respuesta negativa: si podés preguntar eso en voz alta es porque se pudrió todo, de modo definitivo. Menos mal que yo no puedo exteriorizarlo… menos mal que cada vez que lo intento me estás hablando de alguna pavada y me acuerdo que no me acuerdo que tenía la garganta cerrada, que no podía respirar, que quería pedir auxilio pero que no quería que nadie me escuchara… Quería morirme de rabia, delante de todos, con los ojos saltones y rojos, llenos de vida, irritados, odiosos; el cuerpo convulsionado, las venas estallando, espuma en la boca, retorcido… Quería morirme delante de todos, para que les duela, por haberme dado tantos buenos consejos todo el tiempo, por haberme hecho un tipo bien (“bien pelotudo”, dice alguien desde el público… Que alguien le de un premio a ese bastardo), por haberme enseñado a no matar, por haberme llenado de expectativas forras… Quería morirme.
Pero estás vos y decís:
-¿Sabías que un huevo de codorniz tiene el valor energético de tres huevos de los comunes?
Y me estallo en carcajadas, porque el dato es tan idiota que me gusta. Y no te creo nada, porque seguro estás inventando o entendiste mal cuando te lo explicaron. Y discutimos sobre las codornices y las gallinas y vos no sabés cómo es una codorniz y eso me da risa. Te digo que es un bicho enorme a pesar de poner huevos chiquitos… Te miento porque es lindo mentir y jugar y vos me mandás a la mierda. Y te amo por todo eso.
Y en vez de estar mirando el techo, en vez de ver cómo se aleja una porción más de cordura, me quedo escuchándonos. Tenemos charlas muy buenas, de verdad. Shakespeare puede chuparla, nosotros sabemos como mantener al espectador bien entretenido. Y no nos cuesta nada. Es lindo, porque es raro.
No sé bien dónde estamos. No sé si estamos yendo a otro lado. Lo único que sé (sabemos) es que no estamos allá.
¿Allá? ¿Qué es “allá”? Bueno, eso lo sabés sólo si (condición determinante) estuviste ahí. Si no tenés esa conciencia es al pedo que intente explicarte.
Puedo imaginarme como una historia, como una canción (punk, aunque ya casi no escuche punk), como una anécdota de borracho, como desvarío de algún místico falopero, como pintura borroneada de nene chiquito con problemas familiares, como carta de amor de una pendeja muy sensible a su profesor de Historia (el mismo que va a violarla), como viaje turbio de pepa vencida. Puedo imaginarme como muchas cosas. O puedo no imaginarme y sentirme. Y lo más bello fue sentir que era la alucinación de otra persona.
Yo era ese instante eterno y era la Revelación. Yo decía, por primera vez, unas cuantas verdades. Yo decía cosas lindas (o feas) que te emocionaban, que te hacían pelota… Por fin llorábamos juntos.
(¿empatía?)
Yo hablaba de vos. Creo que siempre hablo de vos.]

"Yo sin vos no hago ésto, ni ninguna otra cosa: 
no se encuentran las palabras ni las letras en la bolsa."]

1 Diálogos:

Anónimo dijo...

mas hermoso imposible, sabelo.