11 Flores Violetas para el Funeral de un Conejo Blanco
[NOTA 1: parte 2 de 3 del relato. Parte 1 en la entrada anterior]
[NOTA 2: este relato se concluirá y otros serán publicados siempre y cuando se dejen comentarios en el link que dice "Diálogos" al final de la publicación]
III.
Me masturbé y salí de la habitación.
Mi puerta era la número 47.
El pasillo estaba vacío y sólo se
escuchaba el rumor de lo que parecía un respirador artificial. No sentí miedo…
Sentía un cosquilleo en el estómago… Algo agradable. Cuando era más chico me
solía pasar a menudo, los sábados por la mañana sobre todo… Quizás sepan de lo
que hablo… Esos momentos en los que parece que alguien te susurra al oído,
“Hey, ingenuo… El Mundo es un lugar más grande y misterioso de lo que pensabas,
¿no?”.
Caminé, semi embriagado, hacia la 56
y me detuve allí. Lo primero que se me cruzó por la cabeza fue pasar el sobre
por debajo de la puerta… pero por alguna razón no me pareció la mejor opción.
Además sentía curiosidad y no estaba en mis planes volver rápido a casa. Me
gusta mucho perder el tiempo. A veces camino por horas y horas sin saber a dónde
voy.
Miré mi reloj, eran casi las diez.
“No es tan tarde…”, me dije.
Levanté el puño para golpear y
entonces, antes de que lo hiciera, como en esas películas de terror en blanco y
negro, se escuchó una voz débil desde el interior.
—Pasá, te estaba esperando…
Tardé unos segundos en reaccionar…
Luego entré, encogiéndome de hombros.
La habitación era individual. Un
clon de la habitación en la que yo había estado. La diferencia residía en que
las luces estaban apagadas y el único resplandor, tenue y enfermizo, provenía
del velador de la mesa de luz.
Un hombre viejo, con demasiadas
arrugas y manchas, calvo, estaba en la cama. Su cabeza estaba levantada gracias
a tres almohadas.
Ni bien entré se giró, me miró y
levantó los brazos.
—¡Cinco conejos por el Pentáculo
del Bien y cinco conejos por el Pentáculo del Mal! —exclamó entusiasmado. Hizo
un gesto extraño con las manos y luego agregó—. ¡Y un último conejo por las
visiones de Aliester Crowley!
Sonrió de modo exagerado e hizo
gestos para que me acercara. Yo cerré la puerta tras de mi, con delicadeza, y
luego, sin despegar la vista del piso, caminé hasta la silla destinada a los
visitantes. Me aclaré la garganta.
—Me mandaron a que le deje esto… —dije
mostrándole el sobre.
—Mirame…
—¿Cómo? —pregunté alzando la
mirada, intrigado por lo que acababa de oír.
—Sabía que ibas a venir… —sus ojos
eran grises acuosos… Nada que ver con los ojos de mamá… Sin embargo me
recordaban a alguien—. ¿Sabés cuántos años tengo?
Me volví a aclarar la garganta. El
tipo me incomodaba… No gran cosa, pero si lo suficiente como para
desestructurarme… Su piel parecía áspera, como la de un reptil.
—¿Ochenta?
—Casi… Noventa y dos… Y todavía me
funciona la Magia …
Ya te dije: sabía que ibas a venir…
—Se lo habrá dicho la rubia de
tetas grandes —dije serio. No me gustan ese tipo de bromas, me ponen paranoico.
Que la gente finja saber mucho de uno es algo que me revienta.
El viejo rió y luego su risa se
transformó en tos.
—Ojalá viniera alguien con esas
características… —exclamó, ahogado. Cuando se estabilizó siguió hablando, con
un tono más duro—. Entiendo que no creas… Tu generación no confía en los
poderes de los ancestros…
Movió la cabeza en gesto negativo.
Muchos tubos le salían del cuerpo. Estaba terriblemente flaco.
—No sé en qué confío…
—Sentate…
—¿Cómo?
Me miró muy fijo y tomé asiento.
—Decime una cosa… Esa enfermera de
tetas grandes que acabás de mencionar… ¿Sabe que sos un Asesino?
Lo miré con recelo y suspiré
profundo.
—Supongo que no…
—No tendrías que ponerte así… Cada
uno tiene que ser feliz con lo que es… Tendrías que estar orgulloso de ser un
Asesino…
Bajé la vista y sentí mucho frío.
Siempre que hablo con un desconocido me pasa lo mismo: me siento incómodo pero
a la vez me dan ganas de desahogarme… Me dan ganas de largar esas cosas que ni
siquiera cuento a las personas con las que trato a diario. Creo que eso es lo
que me vuelve vulnerable con el entorno. Es una mierda.
—El problema es que no quise matar
a nadie…
El viejo frunció el entrecejo.
—Negarse a uno mismo es muy
perjudicial —dijo a modo de reproche.
—¡No me estoy negando! —dije
alzando un poco la voz—. Yo quería que ese conejo fuera libre, por eso lo robé
de la casa de los vecinos… Lo tenían en una jaula muy chica y con ese perro
estúpido ladrándole todo el día… Se iba a quedar sordo si alguien no lo sacaba…
Y no es que yo tenga mucha conciencia sobre los animales y esas cosas… No soy
vegetariano ni nada… Pero ese conejo estaba sufriendo… Yo… lo sentía.
El viejo dejó al descubierto unos
dientes horribles, en una mueca (tan horrible como sus dientes) cómplice.
—Por eso lo mataste… ¡Dios bendiga
a los Asesinos que nos liberan del dolor! ¡Dios bendiga al gran Jack el
Destripador!
—¡NO! ¡Mi idea no era matarlo! —me
levanté de la silla y me dirigí hasta la cama. Sentí como se me erizaban los
pelos de la nuca—. Yo se los robé para soltarlo en un campo que hay cerca de
casa… Lo subí al auto de mi hermana y lo llevé por la ruta… El conejo iba en el
asiento de atrás… Yo lo miraba por el espejo retrovisor y me sentía muy bien…
Cuando llegamos a la zona donde yo quería paré en la banquina y lo bajé… Saltó
al césped, contento… Hasta me pareció que se reía y yo pensaba en que el perro
estúpido ya no iba a poder torturarlo…
Me detuve para tomar aire. Me di
cuenta de que temblaba. Continué:
—Cuando estaba por irme, satisfecho,
el conejo empezó a saltar hacia la ruta.
El tipo del camión ni lo vio… O hizo como que no lo vio… Le pasó por
arriba y siguió de largo…
El viejo empezó a toser y de a poco
la tos se convirtió en carcajadas.
Volví hasta la silla y me senté.
Apoyé los codos sobre las rodillas y descansé la cara sobre mis manos. Por unos
largos segundos me sentí muy desdichado.
—Se murió a las 11:11 de esta
mañana. Miré el reloj ni bien subí al auto... Manejé hasta casa con muchas
ganas de vomitar… Y cuando llegué me encontré con todo el revuelo… El conejo
era de una nena de 5 años… Cuando no encontró a su mascota salió a buscarla y
sus padres no se dieron cuenta… Salió a la calle y la mató un auto… Simple.
El viejo abrió grande los ojos, con
un entusiasmo morboso.
—¿Asesinato múltiple? ¿Me estás
haciendo una broma?
Negué con la cabeza.
El hijo de puta se volvió a reír.
—Cuando me lo dijeron subí a mi
habitación, al segundo piso… Me senté en el marco de la ventana y prendí un
cigarrillo… No fumo seguido…
—Ahí te deprimiste por tu
profesionalismo como Asesino y te tiraste…
—No… Me caí… Estaba mirando las
flores del jardín y me mareé…
—¿No te quisiste matar?
—¡NO!... Es decir… Sé que tengo
motivos… Pero no… Cuando me caí estaba pensando en una ex novia…
Por un rato se instaló el silencio.
Me acordé de la carta que me había dejado Luciana: “Nosotros vamos a estar en
el funeral de Amanda… No se te ocurra venir”. Por supuesto que no pensaba ir…
Hay que ser un enfermo para ir al funeral de una nena de 5 años.
Después pensé en Cecilia. En
Cecilia y en las flores violetas del jardín.
—Igual no entiendo por qué te
avergüenza ser un Asesino…
—No me avergüenza ser un Asesino…
Me avergüenza no tener remordimientos… No siento dolor por lo que pasó… —lo
analicé mejor y agregué:—. Bueno… por el conejo un poco…
—Probablemente salvaste a esa nena
de que la violaran y la mataran en un baldío…
—Entonces soy un héroe… —dije con
ironía y algo de tristeza.
—No vas a poder comprobarlo nunca…
pero estoy seguro de que esa nena murió a la misma hora que su querida mascota…
Cuando uno es chico es fácil crear vínculos con animales… 11 y 11.
Otra vez el silencio… La oscuridad
me empezó a parecer algo malo. La sentí como algo palpable. El cuerpo me empezó
a picar. Me di cuenta de que el olor allí era asqueroso. Me levanté.
—Me voy… Acá le dejo el sobre…
—No… —el viejo me señaló con un
dedo retorcido de uña amarillenta y larga—. Yo tengo algo para vos… Ahora que
conozco tu historia entiendo mejor por qué tengo que dártelo… Pero primero vas
a leerme eso que tenés para mi…
Iba a decirle al tipo que no quería
nada de él… Pero hubiera sido una mentira. La curiosidad es un bicho siempre
hambriento.
Saqué la hoja que había en el
sobre. Allí figuraba un nombre que ya olvidé y un diagnóstico.
—Acá dice que su enfermedad es
terminal… Supongo que esto no era para que lo leyera usted… Algún pariente…
—No tengo parientes, se murieron
todos… ¿Cuánto me queda?
Bajé el papel y miré al viejo a sus
profundos y agonizantes ojos grises.
—Poco…
—¿Poco?
—Poco —asentí.
El viejo metió la mano bajo las
almohadas y con trabajo sacó algo que había allí. Era un llavero con una pata
de conejo incrustada.
—Toma, dicen que es de buena
suerte… Además parece que tenés algo con los conejos…
Agarré lo que me daba y lo levanté
para verlo mejor.
—¿Es de un conejo de verdad?
—No sé…
Me lo guardé en el bolsillo, sin
agradecérselo.
—Tengo noventa y dos, ¿te dije?
—Sí…
—¿Y que tenés un aspecto horrible?
¿Eso también te lo dije?
—También…
El viejo cruzó las manos sobre el
pecho y miró hacia el ventilador que pendía sobre él, a unos cuantos metros.
—Daría cualquier cosa por seguir
viviendo… En cambio vos no tenés veinte y ya quisiste matarte…
Hice un bollo con la hoja que tenía
en la mano y la dejé caer. Empecé a caminar hacia la puerta.
—Esteban…
—¿Qué? —no le pregunté cómo sabía
mi nombre.
—Sos un Asesino de buen corazón…
Bufé y salí dando un portazo.
Unos segundos después volví a
entrar y golpeé al viejo con fuerza en el rostro.
Eso me ayudó a irme más tranquilo.
Me cago en el poder de los
ancestros.
[continúa]
4 Diálogos:
muyyy bueno,raro y genial, la pata d conejo, el 11:11. me lo lei todo y quiero mas..
cell
jaja! cell ya comentó
sabías que 92 es como que fuera once?¿?¿ 9+2=11
la numerología es TAN loca...
muy buena la historia, lo mejor fue como empezaste y como terminaste esta parte
56=11
47=11
Y a su vez el 47, el 56 y el 92 tienen su peso propio por lo que significan...
Digamos que ningún número esta jugado de forma azarosa en esta historia.
Muy bueno che.
Que salga el proximo rapido que me quede con la intriga.
Mati sabes que realmente me gusta mucho lo que haces... contas con mi apoyo.
Espero pronto la parte III
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