Bruja Violencia [VII]

24 jun 2010

Bruja Violencia,
punk rock bizarro

[Acordes desafinados para la Inquisición]
-Parte VII-
 FINAL

QUINTA ESTROFA: “LA FLAUTA DEL ALBOROTADOR”

No todo es lo que debe ser,
 El niño tiene crueldad,
Con inocencia o no,
Nacio para matar...

Le gusta destruir
Disfruta corromper
Es sólo un juegos más...
Flema, “Sólo un juego más”
1

Volví de la casa de la Bruja sin soltar el collar de Ramón.  
Supongo que pensaran que debería haberme traumado… Creo que eso no pasó…
Cuando estuve a una cuadra de la plaza vi el fuego… Aún había bomberos.
Consulté mi reloj. Supuse por la hora que mi viejo ya se había ido al trabajo y decidí pasar por casa.

Entré por una de las ventanas, de un modo que sólo yo conocía. Luego ayudé a Ramón a que entrara.
Mamá estaba desmayada sobre la mesa de la cocina, con un vaso caído a su lado.
Pasé al baño, me lavé el rostro y luego me dirigí a la pieza de Samanta. La desperté susurrando y cuando me vio ahogó un grito.
-¿Qué hacés acá?
No le contesté y dejé que Ramón se arrimara. Al verlo mi hermana se llevó ambas manos al rostro.
-¡No puede ser!
El perro saltó a la cama y ella lo estrujó contra sí, entre lágrimas.
-Cara de pija, estás bien… Estás bien…
Se separó de él y me miró. De a poco su rostro se transformó.
-¿Qué pasa?
-¿Fue la Bruja, no?
Otra vez la sensación de que todo era un sueño, un alucinación.
-¿Qué?
-Desde que me quemé la pierna… Tengo unos sueños feos… Antes no te había dicho para no asustarte… y siempre hay una bruja… Le hacen cosas feas… Me despierto con la quemadura ardiéndome mucho…
-Capaz se te infectó o…
-¿Fue la Bruja?
Asentí.
-Eso es ilógico… Es como en las pelis de dibujos animados… Las brujas no pueden volverse buenas…
-No es buena…
Me miró extrañada.
Me incorporé.
-¿Volvés a casa?
-No, vengo a despedirme, me voy… Esta vez en serio…
-Ah…
Bajó la vista. Noté que hacia esfuerzos para no quebrar en llanto.
Me di vuelta y abrí la puerta.
-Te quiero…
-Yo también…
Llamé a Ramón para que me siguiera.
-Sacate esa remera que está horrible…
-Sí…
-Y la herida del labio sigue fea…
-Ya sé… Voy a curármela…
-¿De verdad?
-Ajá… Todavía tengo la plata que me diste…
Y era verdad… El billete de diez pesos estaba guardado en mi media derecha. Por alguna razón no había querido gastarlo.

No me compré una crema pero me tomé un tren. Luego otro… Luego uno más lejos…
Así dejé el barrio, esa misma noche.

2

La remera de Flema la tiré en un tacho de basura de una estación mugrienta.
A poco de irme de casa me enteré, por diarios, que todo el suceso de la plaza (a la policía la mando el gordo de la sala de ensayo que por alguna razón creo que quiso ayudarnos… Luego descubrieron su adicción y terminó preso…) produjo investigaciones que dejaron a la luz todos nuestros enfrentamientos con los skin y todo fue visto como un brote psicótico de adolescentes que se habían contagiado la Rabia… La excusa, el chivo expiatorio, tal como predijo la Bruja.
El perro negro estaba en las últimas y cuando lo vieron así les vino al pelo…
Sin embargo no hay que ser un experto (de hecho es información que se consigue en Internet) para saber que la Rabia incuba durante mucho tiempo… Es una enfermedad lenta al principio…
No digo que no hubiéramos tenido Rabia, sólo que ésta no había llegado a manifestarse…
No me importa lo que me puedan decir, estoy seguro de eso.
Lo que nos infectó fue otra cosa peor…
Fue el odio. El peor odio, el que se pudre adentro, clavada su mordida en el estómago.
Y el odio no se puede detener.

Por un tiempo el barrio estuvo muy alterado y el hecho que remató la tragedia fue la muerte de Charly.
Sí, en los diarios y en los noticieros nadie le puso ese nombre (sólo era “un vagabundo”) pero lo reconocí al instante. Al parecer un grupo de hombres fue a buscarlo para que se diera la inyección contra la Rabia a la que todos estaban obligados… Charly se resistió y aparentemente murió en el forcejeo, de un paro cardíaco.
No fue así. Lo mataron… Lo sé porque entre los hombres que fueron a buscarlo estaba mi viejo.
Lo escuché declarar.
Sé cuando miente y sé de lo que es capaz. Y siempre lo hace, a su criterio, por el bien de los demás…
Mierda.

En un hospital público (temí ver a la Enfermera, lo admito), por las dudas, hice que nos vacunaran a Ramón y a mi contra la Rabia y desde esa vez que no tengo contacto con agujas.
Palabra.
Con la marihuana es otro tema.

3

Tuve suerte y todo eso no viene al caso. Changas, trabajos, vida bajo un puente, la posibilidad de un alquiler…
Me las rebusqué bien a pesar de nunca haber terminado el secundario.
De Gabo me acuerdo a menudo… Me acuerdo de sus discursos cada vez que escucho al Presidente en la radio… vivir en un país fascista es horrible… Estoy harto de los controles policiales, pero al menos las cosas no están tan mal…
De Samanta me acuerdo aún mas seguido, pero ella no contesta mis llamados… Está ocupada… Estudia cine… Hace poco me mandó dos de sus cortos…
Son geniales… Deberían verlos…
La heroína de ambos tiene cicatrices que arrastra del pasado… Cicatrices como quemaduras… Me agrada pensar que sólo yo sé que esos detalles son parte de su biografía…
Son cortos violentos, llenos de sangre… El malo no se termina volviendo bueno…
Pero a pesar de todo el mensaje siempre es esperanzador.
 
Entiendo que mi hermana prefiera mantenerme lejos de su vida… Lamento no haberle podido mostrar que mi cicatriz del labio, finalmente, curó.

Papá y mamá siguen juntos.
Todavía no se cansaron y quizá nunca lo hagan… Hay gente que se acostumbra al odio.
No los vi más pero nos mantenemos en contacto.

Lo último que supe de Lucía es que terminó en un Hospital Psiquiátrico.
Dos veces me subí a un colectivo con intenciones de ir a verla. Pero las dos veces, a último momento, preferí seguir de largo.

De la Bruja sólo me acuerdo por las mañanas, cuando rememoro las pesadillas.
Son pesadillas con banda sonora.
La veo arrodillada, sonriente, curando las heridas de los chicos. Pienso en Hansel y Gretel…
Y trato de ya no pensar… 

4

Por último, para cerrar, me queda confesar por qué decidí contar ésto.
Ramón murió hace unos días. Vivió más (bastante más) de lo que se pronosticaba como promedio para un perro como él… No puedo quejarme... Además, yo ya me había despedido una vez… El dolor, aunque inmenso, fue un dejá vù.
El día que lo enterré, mientras estaba en la vereda tomando una cerveza, pensativo, vi a alguien pasar a mi lado. Alguien que me llamó la atención.
Pelo largo, una ligera calvicie, y aros… Muchos aros… Sé que ahora eso está de moda… Pero esa sonrisa entupida es única.
Quise convencerme de que se trataba de un error, pero al otro día volví a salir a la puerta, a la misma hora, y apareció nuevamente.
Aro…
Vi el escudo en su camisa, sé dónde trabaja…
Es mucha casualidad que los dos hayamos terminado en el mismo sitio…

Algo crece en mi pecho y no puedo negarlo… Es satisfactorio…
Todos los días, a las cinco… No me reconoce… Yo sí estoy cambiado…
Hace dos días que me levantó con ganas de escuchar punk…
A todo volumen… Quizás este viejo para eso…
Quizás no…

Lo importante es saber que todos somos inflamables…

FIN: “LA HOGUERA

[ACOPLE…
                      SILENCIO]

2 Diálogos:

ariadna dijo...

Matías, muy buena la historia.
Atrapante de principio a fin.
Y con el condimento del punk, la música que me acompañó durante toda mi adolescencia... qué más se puede pedir.
Felicitaciones.

ariadna

Supernova dijo...

En verdad no se muy bien como llegue hasta este blog, pero debo decir que tiene algo atrapante, algo en la escencia del autor (autores). Ese toque melancolico, psicotico, y un tanto desagradable por momentos, pero en la medida justa.La redaccion, elevada y grotesta y la ambientancion, las imagenes que por momentos asusta. Mis felicitacion y agradecimientos por este espacio literario tan original y absorvente.