frutossecos

7 abr 2013


LOS ÁRBOLES MUEREN DE PIE es un libro de mierda
(estoy demasiado drogado, hablemos de tu ex)


Descalzo
…y el frío me reclama, me vuelve fiel seguidor, un monumento al dios de las entrañas revueltas, y mis raíces son mas profundas que ayer, como las ramas esqueléticas que me vuelven torpe y no me dejan salir, porque si me muevo podría tirar los adornos que tanto amás, los que colocaste, casi en trance, los que nunca me pude memorizar, en ese orden que me obsesiona, que significa madrugadas de intentar entender qué mierda tiene que ver ese súper-héroe fracasado con esa piedra de Córdoba, o con esa foto mal recortada de ese actor con mala suerte (o buenas intenciones, suicida, joven, ritual), o con ese disco rayado que casi me animo a decir que nunca escuchaste entero, o con esa cerámica que para mi tiene forma de conejo por mucho que digas que es un gato (“¡pero mirale las orejas!”, “¡pero mirale la cola!”), o con esa foto de tus amigas, tan del año del pedo que yo creo que es mentira, que sí, seguro, sos vos, eras vos, da igual: sospecho que la dejaste para que me pregunte éstas boludeces, porque de esas personas nunca te escuché hablar bien, porque ésta es una conchuda engreída y la otra una puta reventada (“¡pero qué tetas!”, agregaría, si me dieras dos segundos de calma), y nada tiene que ver con nada, y menos con esa artesanía que compraste porque el flaco nos chamuyó con una historia que estaba buena, pero que era tan de moraleja sin moraleja que asqueaba… y tendrías que haber visto tu cara tan fascinada, y, ese día, te lo digo hoy, te hubiera escupido el chicle de sandía en el pelo, a vos y al hippie de tono calmado, ojos reflexivos, rostro curtido, mágico, y la concha de tu hermana… ¡Si ni se te movió un pelo cuando yo te conté, llorando, que había soñado con mi muerte! Igual, ¿sabés qué? MEJOR: te mentí… porque en el sueño te morías vos… Sí. Vos. VOS… y me dio miedo decirlo en voz alta y por eso inventé y bardié y lo arruiné… y no, todo eso no tiene nada que ver con ese dibujo que enmarcaste, tan orgullosa, y aunque es verdad que no te salió mal, dibujar paisajes es como garchar con las medias puestas (te lo dije, tomá), y ojalá pudiera deshacer tu santuario, pero reprimo mis vientos, una vez más, y me vuelvo un árbol de hielo, observando el caos, hipnotizado por lo real que te volvés cuando no te entiendo, y es la luna por la ventana mi alimento, y son lágrimas de cristal mi fruto, que se estrella contra las baldosas estériles que ya no recuerdan los pasos de mi ansiedad, ni tus berrinches, ni los saltos de ojos cerrados, cuando la música nos entumecía de felicidad, ni mi espalda, al lado de la tuya, ni las caricias cuando llegaste a la conclusión de que estaba loco, y sólo quedo vaciarnos, despertar, cerrar… y quiero envejecer acá, hasta ser sólo yo el bosque que oculte tus secretos y ser el guardián de cualquier mariposa y cualquier huracán, de todo lo que no voy a poder formar parte, la poética de tu memoria, que es la memoria de mi poesía: soy el punto de referencia en el que van a pensar cuando te quieran encontrar, el detalle que los ambiciosos van a ignorar, lo que los amantes más van a apreciar (van a tatuar iniciales en mis venas, para que todo vuelva a empezar), el punto exacto en el que una pareja de ancianos se va a detener, para tratar de hacerse con la sombra que yo nunca voy a poder brindar, cuando el sol esté más y más grande y queme peor y esté inflamado, a punto de explotar, cuando ni vos recuerdes las películas que viste, los viajes que hiciste, las personas con las que compartiste tu infancia, las anécdotas forras, los mamarrachos, las mentiras para dejar de pelear, las peleas para dejar de mentir, las ganas de que no todo fuera tan así, las ganas de que sí, las tormentas sin abrazos, las borracheras de llamar, las mascotas de nombres raros, los deseos bajo la mesa, fumar, las plegarias largas, las recetas cortas del azar, la sensación de tener todo, o tener nada, los libros prestados, las duchas para bajar, las plazas, las vías, las promesas en un idioma propio, para no admitir que siempre se promete de más, las decepciones en los días soleados, caminar, calles siniestras, besar, los labios, cualquier labio, escuchar, los temblores y cada confesión hecha sin piedad… cuando ni vos recuerdes mis hojas, cuando estaban vivas y caían, las que alguna vez pisamos juntos, en un jardín eterno, riendo, con la hermosa melodía crujiente de todo lo que no tiene un después 
ni 
un
FINAL.

0 Diálogos: