transainterior

10 mar 2013


42 SH


Me duelen los ojos
de ser tan insistente
y salgo ciego
atravesado por todas las miradas
que confluyen en el prisma
que es mi cerebro
y reduzco las ecuaciones
para ver como todos
como uno
empapado por los sueños
la frustración
el domingo de la poesía
y el sábado del reviente
el viernes de la obsesión
el jueves del terror
el miércoles de la pasión
el martes de la insatisfacción
el lunes del error
de nuevo el domingo:
la depresión
que es energía liberadora
dentro de la olla de la bruja
dentro de la ebullición 
del conjuro
de la transa
cuando el brujo envenena el agua
para complacer 
al pelotudo de turno
enemigo
interior
que se pasea de turista
en rostros ajenos
para jugar al “espejito, espejito” 
y enojarse
o victimizarse
pedir limosna
pegarte un tiro
por careta
por sacar monedas
por seguir de largo
porque no hay bien o mal
hay un lugar
para
cambiar
y cambia
sin embargo
todo lo demás
como un asesino a sueldo
que muta la apariencia
para lograr
matar
con
impunidad
y pasea imaginando 
el mejor disfraz
algo que logre vencer la paranoia
y que le pregunten la hora
y caer
mal:
“son las tres de la mañana…”
y darse cuenta
demasiado tarde
y sonreír
agradecido
decir, 
con la bala germinando
en el pecho,
“buen truco señorita
no esperaba menos
de
usted”
estrellarse 
con el estruendo necesario
con el melodrama exigido 
romper una mesa
crear una instantánea
en alguien impresionable
una anécdota
imposible de recordar
un brindis suspendido
un beso congelado
un susurro
en 
la 
oscuridad
el deseo
de atar
en nombre de la libertad
mintiendo el mejor regalo
para que sea la bomba
en un cumpleaños
concurrido
al que no te invitarían
jamás
todo conectado
y la luz bajando sobre el único actor
el que sobrevivió
el zombie
el salvador
el ejemplo
el que arruinó la herencia
el peor:
gracias por haber venido
aunque no los vea
los sentí
cada
vez:
y alguien 
muy de fondo 
lo confunde con otro
y se acuerda de una chica
de una tarde de lluvia
de un libro olvidado en una plaza
de una bufanda en el teatro
del sexo en el tren
y dice para sí
(a veces no queda otra opción) 
que nunca nadie lo entendió tanto
que lo mejor que le pasó fue entender
la verdad
de cada 
ficción
ese trapo en los ojos
para tropezar
besar el piso
(dulce perdedor)
y ya no sentir de qué lado queda casa
de qué lado queda 
el espejismo
o
la
ilusión.

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