piñata

24 nov 2012

EL TIRO EN EL PECHO ES EL CENTRO DE MI GALAXIA


Quizás, la primera vez que me sentí inmortal, gritando, las venas estallando en mi cuello, las cuerdas vocales cortándose, el aire escapando, todo junto y de una sola vez, abandoné mi cuerpo para nunca más regresar, lo que convierte mi voz en el eco que aún sigue rompiendo ventanas, parabrisas, vasos, televisores, 
pantallas de pc,
y todos los platos de la mejor colección de tu mamá, el jarrón con las cenizas del último amor (que es el primero), el cristal polarizado de los sentimientos que se van, haciéndose los importantes, con lentes negros, en plan estrellas de rock, en plan destrucción, con los ojos muy rojos, entre dos agujeros negros, que son las ojeras de la película cuando le ponés play y la dejás corriendo, sin que importe nada más,
y si me ahogué en mi propio vómito te invito a vomitar conmigo, te invito a que vengas al primer cumpleaños que recuerdo, y nos ahoguemos con porquerías, cuando la promesa del alcohol no estaba en los planes, cuando el mejor momento siempre estaba por llegar, cuando entre empujones y mucha fascinación, la piñata era el sol,
siempre
a punto de estallar, 
y podría juntar los juguetes más divertidos, los mejores, si me lo pidieras de verdad, y jamás te los daría, porque en una época fue mejor sonrojar
sonrojarme
sonrojarte
sonrojarnos
y ahora sólo te puedo conjugar, en verbos que sean pretérito o el futuro de lo que vas a recordar,
quizás, la primera vez que me sentí inmortal, 
fui inmortal, 
sin más,
y el ritmo se quedó aferrado, como un perro rabioso, colgando de mi cerebro o de mis pelotas, lo que casi, por momentos, no implica una diferencia significativa, porque para vivir tenés que estar al palo, incómodo, en el colectivo, el banco, el trabajo, los chinos,
la casa de un vecino,
y en la plaza donde casi me rompo un diente el día que el mundo se puso de cabezas, en la galería donde rematé la cordura, en pos de obtener un espectador (uno más), el baño de ese mercado, que se hace el inocente y te suelta las serpientes, porque el infierno está en los lugares menos pensados o cuando menos pensás, como un portal hecho de instinto, de especulaciones circulares, de besar o no besar,
y si pasé mucha vergüenza te invito a mi primer sábado por la mañana, cuando leía cuentos de terror, mientras se llenaba de pantano mi habitación y las brujas me rodeaban, en una orgía terrible, machacando mi vulnerabilidad, sin dejarme escapar, pisando, garchando, acariciando, 
el placer
del dolor
y ahora sólo te puedo pensar, en tornados que traen la tempestad o en las ruinas que sean la cuna de tanto ritual,
quizás, la primera vez que me sentí inmortal,
fui otro mortal,
uno que sentía cosas
como nos pasa cuando sabemos
que tarde o temprano
nos vamos a marchar.

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