rugir-motor

23 mar 2012


En el espejo retrovisor dibujé un corazón


Cuánta pared malgastada, con la prioridad exigiendo, como cada madrugada, como si hubiera vendido una porción de mí, como si yo no fuera mi pertenencia, como si ya no pudiera tener juguetes, porque soy el entretenimiento de un científico drogón, obsesionado con destripar esperanzas, argumentos y buen humor.
Soy la pizarra con la teoría más pelotuda de la historia, una que dice, sin números ni letras, que los años son hormigas,
quemadas
al 
Sol.
Cuánto rostro desconocido, para entender que no voy a dejar de sentir que siento algo por vos, por mucho que no sepas nada de lo que me mantiene despierto, cuando la luna duele más, cuando los perros aúllan y la niebla pasa, 
por debajo de la puerta
para matar.
Cuánta melodía disparada, como una ofrenda al dios de los adolescentes de risa quebrada, como un himno, a tanta confusión, con miedo 
y felicidad
(sin una remera que grite
la tristeza
que pude conquistar)
Cuánta bronca que pienses que entendiste lo que yo no sé que quise decir, y me dejes con la reflexión por venir, siempre un paso adelante, asumiendo que nunca dejaría de caminar, pero las huellas hoy no son mías, aunque no haya nadie
a
quien
culpar.
Cuánto paisaje de nieve que alteró tu percepción,
todo es blanco
todo es cualquier color,
lo hermoso es una trampa,
entonces, ¿de qué color sos?
¿soy?
Cuánta advertencia para decirme y decirte que no existe el marcha atrás, que llegado el momento las fuentes se secan, los árboles no florecen,
las ruinas no cambian,
jamás.
Cuánta predicción, para que no sepas lo mejor:
en los cines de mañana
el último domingo
habrá una reunión:
en el aire silbarán las bombas,
dolor 
nostalgia
y amor.
Cuánto,
irrefrenable,
violento,
sagrado,
amor;
cuando se apaguen las luces de la sala,
¿la película será sobre mi
o
(te odio)
sobre vos?
Y en la puerta el motor encendido,
extinguiéndose,
con la función.

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