sin descanso

3 ene 2011

KURT COBAIN NO MURIÓ,
KURT COBAIN SE MATA TODOS LOS DÍAS.
-3 disparos certeros-



[Lo lejano es la partitura con la que suena el futuro que tu presente te prohíbe escuchar. Oídos muertos por culpa de la radiación tecnológica: ya no hay tentáculos en tu cerebro, sólo una repugnante pasividad, quietud. Esperás lo que viene y te entregás a ser el tiempo perdido, ser el autor pasado de rosca, desmayado en el sillón. 
Si querés que sea extremo tenés que lograr la Sobredosis… Primero, lo primero, ésto no es juego de niños. Que quede claro. 
Acumulas las balas que no usaste, como un trofeo, como si pudieran significar algo para alguien. A nadie le importa que el plomo no descansé en medio de tu cerebro. Nadie va a felicitarte por no matarte hoy. Si querés que alguien te busque cuando ya nadie pueda encontrarte sólo tenés que vivir lo suficientemente fuerte como para dejar de vivir.
Vas a tocar una melodía gastada a medio tiempo, y vas a escuchar al universo zapando, encima de tus líneas. Vas a entender que no era tu show. 
Antes de vos ya había música.
Después de vos seguirá habiendo música.]


***

[En un principio éramos muchos, todos. Éramos fuertes, unidos.
Salíamos a quemar al Sol, oscurecíamos cada noche, nos garchábamos a cada amanecer, nos olvidábamos del atardecer, comíamos juntos y disfrutábamos de lo estúpido que era el Mundo, que se pensaba que iba a aplastarnos, como cucarachas.
“Pobre Mundo…”, dije una vez, en una terraza, feliz, fumando sin saber fumar, estallado en mi, “No sabe lo que le espera...”
Nos encontramos en una plaza, hablando de un libro y la policía pasaba y nos pedía documentos y decía que no estaba permitido tomar en la calle… Vos me mirabas, yo te miraba. Era demasiado fácil. Demasiado.
Y escuchábamos, con convicción, muy serios, en tren, mirando por la ventana que nos devolvía un paisaje que no era el nuestro. 
Dijimos cosas locas, raras, vivas… Dijimos la verdad, mil veces: “De acá no nos baja nadie…”
Y no habíamos pagado pasaje. 
Éramos muchos. 
Había un escudo en mi casa, en la habitación más pequeña, la que temblaba por las madrugadas. Me enamoré ahí, justo en esa cama, donde rompimos en un llanto desconsolado, no me acuerdo bien por qué. 
Escribías tus paredes y yo estaba en alguna de las letras. Fuiste mi primer editor. Mi único editor. 
Saltamos con rapidez, corrimos con furia, nos dimos la belleza de un momento distendido en el tiempo, comiendo en el piso. Corrimos, arruinados, arruinando los espacios que no nos parecían adecuados, resumiendo un poco las cosas… Sabíamos ver.
“¿Tenés miedo?”, me preguntaron alguna vez.
(¿Pudimos presentir algo de ésto?)
La cita sigue pendiente, las promesas de alguna vez, un poco pasados de cerveza, no se las comió el malestar de soportar la paliza, de soportar las manos manchadas, la espalda con dolor, la cabeza confundida, estancada, contaminada… la ausencia de MIS amigos.
Aún pensamos en el mismo sitio, en la misma bomba. 
“No puedo entender la mitad de lo que sucede...”
En un principio éramos muchos. Ahora somos los suficientes. 
Y estamos de pie. 
Yo por vos, vos por mi.]


***

[Hay algo que ya no podés hacer.
Podés recuperar una calle, meando en una esquina, puteando a los negocios que no estaban ahí cuando solías caminar como un héroe, con la frente bien alta. Podés reclamar lo que te pertenece: volver al graffiti, desafiar. Siempre desafiar.
Podés comprarte un licor de dulce de leche, como en los viejos tiempo, poner ese disco de temas veloces. Podés desafinar, caerte de la cama, mirarte en el techo y ver el futuro: oráculo por excelencia. 
Podés leer ese libro que sencillamente te cambió la vida. Podés decirle a esos personajes que fallaste en algo, que te sentís muy orgulloso, que estría bueno recibir un abrazo de vez en cuando. Podés volver al monstruo y hacerle “fuck you”, llorando, porque sos tan valiente que no te bancas nada y todo es demasiado bello. 
Podés ponerle play a ese película y que te den ganas. Podés acordarte de vos hablando de esa peli y podés asustarte por lo que dijiste. Podés llamar a las personas que vieron ese peli con vos y decirles: “Sigue siendo la única en mi vida.”
Podés sentarte en un bondi, mirar por la ventana, ponerte los auriculares y recordar lo que pasó cuando viajabas por primera vez en bondi, sólo, sin mamá.
Podés recordar a tu mejor amigo haciéndote trampa, enseñándote a mentir. Podés pasar a visitarlo y ocultarle lo que te pasa, total él lo va a saber, como siempre. 
Podés imaginarte cómo era no imaginarse nada, pero estar tan lejos como para comprobar que lo que no imaginás también sucede. 
Podés quejarte frente a la tele, ejercitando el intelecto, atrofiarlo de anabólicos.
Podés volver a un reci y pensar que capaz aún no te enamoraste.
Podés juzgarte o podés mirarte con los brazos cruzados, expectante.
Podés mirar a los ojos a la chica de tus sueños y aparecer bajo la luz de la Luna, en la noche más triste que compartieron, cuando parecía que se terminaba, de la mano, derecho a un telo, a matarlo todo. Y parecía para siempre. 
Podés llamar a las personas a las que le rompiste el corazón.
Podés soñar con una mascota que ya no está.
Podés.
Podrías.
Pero hay algo que ya NO podés hacer:
Ya no podés volver a empezar.]


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